
Cualquier cosa puede ser interesante, eso depende de cada uno. Y en un acto de humildad en el que apenas me reconozco, bajaré un escalón más, y adoptaré todo aquello que me suene interesante, para moldearlo con mi intelecto, transmitirlo con mis dedos en pleno tecleteo, donde un sonido maquinal se transforma en fenomenal, y ahí es donde lo interesante empieza a sonar, y la música de la comunicación fluye y se expande, generando un baile vital del que todos formamos parte.
lunes, 21 de octubre de 2024
Cosas que encuentro
Las voy guardando. Tal vez algún día valgan para algo. Un escapulario, una canica, un bolígrafo roto que todavía escribe, un pañuelo que se lo llevo el aire en un vuelo escapista y terminó en mis pies, un libro escrito en inglés. ¿Será todo lo que encuentro alguna señal? Recuerdo que mi abuela me regaló un escapulario; era pequeño y lo guardé como si fuera un tesoro junto a las canicas que había ganado en el colegio jugando en el recreo con otros niños que tenían más canicas porque sus padres tenían más dinero. En cuanto a los bolígrafos, me encantan porque me gusta escribir y, aunque el bolígrafo que me encuentre esté roto, guardo la carga por si la puedo usar con otro bolígrafo, los voy reciclando. Una amiga vino a casa y le encantó el pañuelo que terminó en mis pies así que se lo regalé. Volví a retomar las clases de inglés al encontrar ese libro escrito en ese idioma. ¿Puede que las cosas que creo encontrar sean ellas en realidad las que me encuentren a mí? No creo que ninguna de esas cosas pueda contestarme a esta pregunta, pero a veces me da por imaginar que las cosas tienen vida propia. Con los libros me pasa muchas veces que se esconden y luego aparecen donde había mirado mil veces y no estaban las novecientas noventa y nueve restantes y, ahora, hasta parecen que sonríen cuando los encuentro. Aunque también tengo muchas coas que aún no les he encontrado utilidad: una piedra roja, siete pendientes sin pareja, un marcapáginas doblado y manchado pero muy bonito que me daba no sé qué dejarlo ahí tirado, una postal antigua sin usar, una moneda de un país desconocido que a lo mejor ya ni existe. ¿Qué querrán todas estas cosas de mí? Las he metido en un tarro hasta que se decidan o hasta que se me ocurra a mí qué hacer con ellas.
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