lunes, 28 de octubre de 2024

Hay un instante

De máxima felicidad. Dura poco pero es formidable. Te lleva en volandas y te mantiene en una alegría armoniosa y reposada. Es una dicha que se estira en el tiempo, que hace flotar tu ánimo y perpetúa el contento. En mi caso aparece, me he dado cuenta, cuando discutes con una persona que quieres, y es en esa conversación donde se confrontan opiniones pero el amor está aposentado en las decisiones que se toman. Es como una turbulencia que se va calmando a medida que vas llegando a un entendimiento y, todo lo que se había roto, todo ese malentendido que habían generado las tensiones, que había hecho añicos el momento, se reconstruye con el amor como pegamento. La tormenta termina y un rayo de sol aparece en la relación y las lágrimas que atraviesan el rostro, cuando llegan a la boca, provocan una sonrisa de paz, amor y armonía que nos devuelve a la vida. Y ahí aparece el instante que transforma, y ya nada es como antes sino mejor. Y en tu imaginación chapoteas en los charcos de la ilusión, y el niño de tu interior salta de charco en charco de la mano de su amor, de su amigo, del espíritu reconstruido que se entrelazada con otro espíritu herido y sanan con su unión. He ahí el instante donde el corazón, henchido de placer, nos transporta a donde más importa, al corazón del querer, al centro del sentimiento, a donde siempre hemos de volver. Ese es el instante donde todas las lágrimas vertidas sonríen y reconfortan tu piel. Y todo vuelve a ir bien.

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