jueves, 16 de enero de 2025

Cuando los muertos ya no duelen

Creo que debo explicarme. Los muertos siempre duelen al principio, a veces, incluso hasta la mitad, pero llega un momento, no sé por qué razón, en que uno se hace amigos de los muertos. Confraternizo con ellos, converso de igual a igual, al fin y al cabo, tarde o temprano estaré muerto y ellos también estuvieron vivos. Tenemos muchas coincidencias. Y esas conversaciones con los muertos me ayudan a llevar una vida mejor. Vivo solo pero no me siento solo. Están los muertos familiares, los muertos amistosos, los muertos de los cuales leo su obra, así que tengo conversaciones literarias, filosóficas y también del día a día. Son conversaciones muy diferentes, algunas son con palabras, otras con sensaciones o intercambiamos sentimientos o esas otras que no sabría explicar muy bien, pero así son los muertos, que te dicen las cosas a su manera, sin decir, sin abrir la boca, pero las entiendes perfectamente. Es parecido a esas miradas con un gran amigo o con la persona que amas, que no hace falta decir nada para entenderlo todo. Por eso, esos muertos que dolieron en su día ahora son otra cosa, son alegría compartida, son la vida del día a día, son compañía. Y estoy sentado solo, meditando o no, haciendo un pequeño descanso después de estudiar o leer o fregar los platos, y encuentro una conexión que no había visto hace un rato, y aparece un muerto en uno de mis recuerdos saludando ostensiblemente con las manos y nos carcajeamos un rato, y mis problemas se diluyen, incluso se me ha ido ese pequeño dolor del brazo.

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