domingo, 19 de enero de 2025

Siempre la misma historia

Es gracioso ver a un niño esconderse detrás de las palmas de sus manos. Sin embargo, es muy triste ver lo mismo en un adulto. Los dos quieren huir de algo más grande que ellos, pero las palmas de las manos de un adulto suelen ser el auto engaño. Una botella de alcohol, una tragaperras o un casino, negarse a construir su destino, querer luchar contra lo que no se puede y no hacer nada contra lo que si. Siempre la misma historia. Nos repetimos tanto que todo vuelve. Cambian las caras, las personas, pero los actos son los mismos. No puedo evitar sentir tristeza al ver mis defectos de cuando tenía veinte años en personas de cuarenta o cincuenta. Puede que yo no viera la tristeza de los demás cuando tenía veinte años; de eso me percato ahora. Por eso intento ponerme un manto de empatía, inhalar amor y escuchar con paciencia. Pero el signo de los tiempos no quiere consejos, solo soluciones, y, a ser posible, soluciones mágicas. Pero no existen. Para cambiar hace falta fuerza de voluntad. Que te amen no lo resuelve todo, a veces no resuelve nada, porque si no nos queremos a nosotros mismos de nada sirve que nos quieran. Y, aunque no nos demos cuenta, tampoco podremos querer en condiciones. Siempre es la misma historia, mucho estrés y un yo que todo lo entorpece, un ego que sobra porque estorba. Y con las palmas de las manos delante de mis ojos lloro y también sonrío. No sé de dónde viene está incipiente alegría y retiro las manos aunque duela ver, pero siempre es mejor saber de donde viene el dolor y arreglarlo. Atajar el problema de frente y no soslayarlo, retirar las alfombras y dejar de auto engañarnos. E intentar devolver el amor que nos está llegando, aceptar el cambio, soltar amarras y levad el ancla, y salid a navegar hacia la transformación que nos está esperando. Y saludar a una historia diferente distinta a la de siempre.

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