jueves, 23 de enero de 2025

Felicidad perenne

Hay personas que dicen que la felicidad no existe, que nunca se alcanza. Otros dicen que la felicidad es el camino, es la búsqueda. Pero con el paso del tiempo me ha dado cuenta de que no sólo existe sino de que puede ser perenne. Y no hablo de éxito o de placeres. La felicidad perenne es espiritual. En la vida vamos a tener carencias y dolores y, el cuerpo, tendrá sus momentos álgidos y su periódico deterioro hasta su total desaparición, pero, a pesar de eso, la felicidad perenne puede estar ahí, acompañándonos. Es el momento en que uno ha perdido el miedo. Es cuando no importan los fracasos y tampoco los éxitos, sino el sentido que le damos a nuestros actos. Es el amor que uno da más que el que recibe. La felicidad perenne es la tranquilidad de no hacer mal a nadie voluntariamente. Es conservar los recuerdos maravillosos de los muertos queridos. Es esa mezcla de pensamiento crítico, cooperación, creación, amor, amistad... con la que hacemos una pócima maravillosa que disfrutamos a diario. La felicidad perenne es no tener prisa ni ir despacio, reír en soledad, disfrutar de los momentos más comunes a diario, intentar mejorar, compartir las pequeñas alegrías, disfrutar de las alegrías del otro, es saber que los amigos a quien amo están bien, son queridos y están disfrutando, es meditar en el parque unos minutos, entre árboles, viento y el sonido del agua de la fuente, es soñar lo más bonito, fantasear, ir creándolo con palabras y hacer que esas palabras se transformen en hechos. Y así transcurre la vida, esos sueños de plastilina adquieren forma, cobran vida, los vamos moldeando y, cuando nos queremos dar cuenta, la felicidad perenne está a la vuelta de la esquina.

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