viernes, 17 de enero de 2025

La oscuridad que me guía

Siempre pensamos que es la luz la madre de todo, así nos lo han dicho siempre. Pero yo estoy convencido de que la claridad, por lo menos en el pensamiento, viene del sitio más oscuro. Y en el amor ocurre lo mismo. Imaginad un beso con la persona amada, aunque sea en medio de una playa y con mucho sol, la maravilla del beso está en la oscuridad, en esos ojos cerrados que denotan confianza plena, en la explosión del sentimiento amoroso que recorre nuestro cuerpo y, como si estuviésemos en el espacio más oscuro, flotando, nuestras manos van rozando las estrellas en la piel del ser amado, todo con los ojos cerrados pero viendo al amor, cara a cara, sintiendo su esencia en todos los poros. Y la oscuridad guía mis dedos por ese manto estelar placentero del otro, dos galaxias de vida que se abrazan, dos lenguas que no se ven pero que se entrelazan. Dos almas que siempre creí invisibles pero que en realidad son oscuras, profundas, que se alimentan del amor que se expande en esta habitación a oscuras donde los gemidos eléctricos crean chispazos que chisporrotean en nuestros corazones. Y en este amor que no vemos pero que sentimos, nos fundimos. La oscuridad me guía siempre hacia ti. Cuando no estás, me desnudo, entro en mi cama, quito las luces y, lo que hace un momento era almohada, es tu cuerpo latiendo con nuestras piernas cruzadas, es tu aliento en mi boca y mi mano en tu nalga, es mi lengua que se alarga hasta que tu pezón roza, es tu ombligo que me embarga y me seduce y me susurra al oído, entra al universo querido, y de cabeza y por tu ombligo, llego hasta ti, cariño. Y en lo más oscuro gozamos del amor más puro.

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