martes, 11 de junio de 2024

Aceptar no es estar de acuerdo

Aceptar o asumir actitudes de personas cercanas no es estar de acuerdo, y eso deberíamos entenderlo. Puede llevarnos a engaño que nadie nos lleve la contraria, tal vez lo hicieran antaño pero no sirvió de nada; que hiperanalicemos a los demás y no sepamos hacer un mínimo análisis de nosotros mismos. Que los demás acepten nuestros defectos o nuestras impertinencias no significa que estén de acuerdo. Si nuestra forma de actuar no es cuestionada no significa que sea la correcta. La mayoría de las veces se trata de personas que nos quieren y están cerca, pero prefieren una supuesta paz a la disputa, no quieren discutir y te dejan seguir ruta, y te vas desviando sin darte cuenta, adentrándote en la gruta. Por eso debemos mostrar empatía, para oír lo que no dicen, para ver lo que disimulan, esos gestos que habitualmente nos pasan desapercibidos pero que llevan escrita la verdad no dicha. Porque ocultar la verdad, no decirla, en definitiva es mentir. Se pueden aceptar muchas cosas pero estar siempre de acuerdo es, cuanto menos, muy sospechoso. La verdad es tan importante en las relaciones porque es el material de construcción de las mismas. Esto me recuerda a ese afán de quedar bien a toda costa, de no saber decir no cuando hay que hacerlo, muchas veces una nimiedad adquiere el efecto bola de nieve, y ese quedar bien o no saber decir no a tiempo se transforma en un grave problema que, al quererlo solventar, nadie te entiende porque los demás están haciendo lo que siempre han hecho y es lo que tú has consentido.

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