jueves, 27 de junio de 2024

Nunca pasa nada

Varios días de calor han venido de visita esparciendo chicharrina por doquier y en derredor. Me levanto de una siesta inevitable con la irrisoria pretensión de tomar un café inexistente. No queria salir a la calle pero me veo obligado a ello. Adquiero el café, de Etiopía, por supuesto, y vuelvo sobre mis propios pasos sin apenas apercibirme de ello. Mientras se calienta el agua me abordan pensamientos de mi vida reciente. Normalmente el detonante suele ser el retrato de mi madre que tengo enfrente, pero hoy, ha sido un recordatorio de una red social, al mostrarme una foto de Néstor y yo, él a dos patas y apoyado en la barandilla del balcón, y los dos observando el panorama y tomando la fresca. Varios ríos de lágrimas se han precipitado sobre mis mejillas. No era sólo un perro como muchos decían, era mi amigo, mi amor, mi alma, quien más me ha querido en esta vida. Hace un año y medio que se fue pero lo recuerdo todos los días. Hoy gracias a una red social, pero, en realidad, creo que ha sido el propio Néstor el que la ha utilizado para hacerme saber que está ahí, donde quiera que sea, esperándome, que me sigue queriendo y me observa. Leo el correo; mi sobrino se casa el sábado, tengo una inspección de gas, varios mensajes de un amigo que no se encuentra en su mejor momento. He sacado un ocho y medio en un examen de filosofía, pero la alegría se disipa entre dos sorbos de café. Rachmaninoff me deleita con su piano. Miro mis libros y me acuerdo de una frase de mi padre: estoy harto de tus libros. Doy el último sorbo y lo saboreo. Bebo un poco de agua. Nunca pasa nada.

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