domingo, 23 de junio de 2024

Afinidad por las causas perdidas

Mis gustos son un tanto sui géneris. Tengo afinidad con las causas perdidas; la gente ha bautizado también con ese nombre a las causas difíciles. Hoy sólo se busca lo fácil y, si algo cuesta, se pasa a otra cosa. Pero mi afinidad por las causas perdidas no decae. Es más, aún tengo la misma pretensión que cuando era niño de cambiar el mundo. Por eso ahora estoy enfrascado en la revolución del amor y, sin embargo, hay mucha gente que se ríe, aunque a mí me tiene sin cuidado. Cuando te acercas a una causa perdida tienes que desoír ciertos comentarios. La sociedad, el sistema, los jefes en el trabajo, todos quieren dirigirte, adiestrarte, controlar tu comportamiento, que cumplas las normas, se inventan incluso más de las que existen, todo son mandatos y órdenes que, muchas veces, no tienen sentido. Normas, leyes, órdenes no escritas, hay veces que hay que saltárselas, como Rosa Parks, si no nada cambiaría. De ahí mi atracción por las causas perdidas. No me gusta oír que las cosas no van a cambiar y que esto o aquello siempre ha sido así. Todo cambia y todo puede cambiar. Mi vida está llena de causas perdidas, por eso escribo, por eso estudio filosofía, por eso amo a personas que están a miles y cientos de kilómetros, porque siempre hay una posibilidad de que todo cuaje, de que llegue a buen término, de transformar las cosas para mejor, de hallar la solución a posturas insalvables, de encontrar causas perdidas a las que amar.

No hay comentarios: