lunes, 4 de noviembre de 2024

El riesgo

A veces creemos que lo mejor es no correr riesgos, que hay que ir poco a poco y con tiento y, si intuimos una pequeña posibilidad de algo turbio, de un ligero percance, mejor no ir, no hacer e incluso, casi casi, no pensar. Pero si no hay riesgo la vida es un fracaso. Por eso hay que vencer los miedos. ¿Me dirá que no, me dirá que sí? Prueba a ver qué pasa, adéntrate en la selva, piérdete en el bosque, busca a ese gnomo que creiste ver, o puede que solo lo soñaste, haz ese viaje aunque el último que hiciste saliera mal, no esperes a mañana teniendo el ahora, ámate como si no hubiera un mañana y lánzate a la aventura, por diminuta que sea. No decaigas ante un no, ni te ilusiones mucho con un sí, deja que las cosas sucedan y, de vez en cuando, decide, equivócate, eso es vivir. Cambia la forma de escribir, aunque sólo sea por una vez, o de pintar o de cantar, o de lo que quiera que hagas, descubre nuevas formas en ti. Date una oportunidad detrás de otra y que no te importe la derrota, porque la única derrota es no correr riesgos, no aventurarse. Tal vez la aventura esté en la otra habitación de tu casa o a miles de kilómetros, eso no importa. Arriésgate con la imaginación, con el pensamiento, con el amor. Vencido el miedo, el riesgo parece haber disminuido, y ese poder que, en un principio, nos parecía tan maligno, se ha desvanecido. Esa victoria al miedo es ya un éxito aunque nos encaminemos al fracaso. ¿Cómo saber qué va a pasar si no vamos, si no hacemos, si no decidimos algo? El riesgo es como una señal de stop de nuestro ánimo. Hemos de parar un instante, sopesar y seguir con la decisión que hayamos elegido. Y arrancar, despacio o rápido, pero sin miedo.

No hay comentarios: