sábado, 2 de noviembre de 2024

Redención final

Comparto con ciertos pesimistas filosóficos que este mundo, aún siendo rematadamente malo, es el mejor de los posibles. Porque dentro del horror, del hambre, de la corrupción y del dolor, hay siempre amor, solidaridad, empatía y alegría. Por eso nuestras acciones son tan importantes aunque nos parezcan nimias, individuales o, incluso, poca cosa. Todo esfuerzo que hagamos por mejorar el mundo, por pequeño que sea, nos encamina hacia la redención final. El amor nos acompaña en el sufrimiento y el dolor, en el malestar diario. Una frase de ánimo, un saludo cordial, un deseo sincero de prosperidad, un abrazo, sea del tipo que sea, fraterno, materno, amoroso, filial, incluso un abrazo entre dos desconocidos que, unidos por ese esfuerzo de mejora, intercambian energías, vibraciones, esencias espirituales y amorosas que transformarán el mundo en lo que tiene que ser, volver a ser ese paraíso perdido, enterrado por el capitalismo parasitario que destruye todo lo que toca. Por eso todas nuestras acciones cuentan y todas deben ir encaminadas a esa redención final que, a lo mejor, puede que sea ese sentido vital que andamos buscando en esta absurda vida que nos zarandea a diario. Amar, cooperar, empatizar, ser solidario y, casi diría yo que lo más importante, no dañar, no transformarnos en lo que siempre criticamos, no sucumbir al sistema, no ser una pieza más del capital que abotarga y aborrega, y brillar en este mundo de sombras horrendas hasta producir en cooperación un sol que vuelva a salir para contemplar la redención final que nos espera.

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