domingo, 3 de noviembre de 2024

No soy importante

Nunca lo fui y nunca lo seré. Soy un don nadie, uno más del montón, alguien sin ninguna pretensión. A lo mejor mis palabras, tal vez, puede ser, hayan tenido algún atisbo de importancia, pero permitidme que lo dude. Si eso ha pasado alguna vez, seguro que esas mismas palabras fueran dichas antes por alguien. Todo está dicho ya, no hacemos más que repetirnos. Repetimos lo que leemos, lo que oímos, quién sabe por qué, porque nos gusta tal vez, porque somos seres repetidos que ya estuvimos antes, con el mismo rostro incluso, porque los genes son como las palabras, también se repiten. Si miras fotos del pasado descubres tu rostro o uno similar en ellas. Siempre, pasa siempre. Nos extraña porque nos creemos únicos; esto también pasa siempre. Nos creemos originales y estamos más repetidos que los días, somos un lunes cualquiera en el que nunca pasa nada, nada original, claro, aunque nosotros creamos que así sea. Pero aunque no sea original, aunque sólo sea una burda copia sin importancia, soy un ser que nada en la abundancia de lo común, que se viste con vulgaridad y hace cosas normales, como convivir con un cúmulo de anormales que pretenden diferenciarse del resto, que se creen mejores por ser pretenciosos y traidores, por humillar y mandar, por llevar una corona y pisar un manto de flores. No, no soy importante, ni mis palabras lo son, y mis actos, ¿qué decir de mis actos? Similares a los de mis progenitores por los que fui educado, actos infantiles que casi no recuerdo, actos rebeldes de adolescencia y juventud, de una rebeldía de pacotilla o de bolsillo para, después, con el paso del tiempo, formar parte de un montón enorme de personas que pasan desapercibidas para los importantes. Y como no soy importante amo, como un grano de arena que contribuye para ser playa pero que si falta, no pasa nada, nadie se dará cuenta, mi presencia no altera nada y con mi ausencia, nada cambia. Ese es el valor de mi importancia.

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