sábado, 11 de mayo de 2024

Parálisis permanente

Mientras trabajo me viene a la memoria, por esa extraña alquimia que me invade a veces, se genera una serie de conexiones cerebrales, y recuerdo a Eduardo Benavente cantando 'ya soy autosuficiente, ya no necesito gente, al fin'. Y eso está muy bien. Ahora no necesito a nadie, ahora sólo quiero amar. Y el amor es tan, pero tan maravilloso, que puedes amar a los muertos e incluso a gente que no te corresponde, aunque, evidentemente, lo bonito es que lo hagan. En el amor se unen muchos conceptos que ahora se han desvirtualizado, como por ejemplo el de libertad. Hay que luchar en el amor como por los derechos a conquistar, pero en el amor la libertad podría entenderse a veces como el dejar ir, cosa que no puede pasar con los derechos. Porque cuando dejas ir, cuando no quieres dominar o controlar nada, el amor aparece como realmente es. Por eso a veces es no correspondido. Pero el amor no se elige, el verdadero por lo menos, no se elige. Podemos construir una relación de amor con el tiempo que comenzó siendo sólo deseo, pero algo que ha comenzado siendo amor desde el principio, lo único que podemos hacer es intentar conservarlo con cautela o dejarlo ir. Descubrir los designios del amor no es fácil, tendemos a las comparaciones, a dejarnos guiar única y exclusivamente por el deseo, por las pulsiones carnales, y el amor no sólo está ahí. Una vez un hombre más mayor, creo que era el padre de un amigo, me dijo: enamórate de alguien con quien puedas mantener una conversación larga. El sexo dura poco y, con los años, acabarán siendo todo conversaciones, recuerdos y cariño. Entonces me reí, pero a medida que pasa el tiempo me doy cuenta de la razón que tenía.

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