lunes, 13 de mayo de 2024

¿Necesitamos un sentido trascendental?

La vida no necesita tener un sentido trascendental para que merezca la pena disfrutarla y mejorarla. Pero nosotros, individualmente, creo que sí. Lo llevamos anclado en el ADN. La mayoría no quiere hablar de la muerte, suena a extinción, a nada. Los artistas sueñan con que su obra les sobreviva, les inmortalice, como a los héroes antiguos, o a los nuevos mequetrefes. Bueno, tal vez hay una excepción, el artista del hambre. Siempre hay excepciones y además nunca me ha gustado absolutizar nada. Pero volviendo al sentido trascendental, las religiones nos lo dan mascado desde niños, como una gominola que nos eterniza a pesar de nuestra existencia material de mierda. ¿Pero por qué ese afán de trascender? Somos seres viajeros desde chiquititos. Recuerdo ahora una parte de mí corriendo a la fuga entre un grupo de espermatozoides. Llegué el primero trascendí a esta realidad que a la mayoría disgusta y, tal vez por eso, de ahí el sentido trascendental que buscamos constantemente sin darnos apenas cuenta. Queremos escapar, y de mil maneras lo hacemos, pero volvemos aquí siempre y bastante peor. Son huidas momentáneas a base de todo lo que nos está viniendo a la cabeza ahora mismo. El más allá llama a nuestra puerta igual que lo hacía Avon cuando era pequeño. Siempre que llamaban a la puerta pensaba ¿será Avon? Ya de niño descubrí que la publicidad era engañosa. Ahora no llama nadie, pero el más allá no llama, lo trascendental susurra, a lo sumo, y muy pocas veces.

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