domingo, 21 de julio de 2024

Buceando en domingo

Estoy en casa. Debería estar limpiando, pero ni siquiera he fregado los platos y el suelo está repleto de porciones de ilusiones pisoteadas por el destino. Se acumulan los pequeños fracasos, pero leyendo me doy cuenta de que es un error dividir la vida en éxito y fracaso. Puede que lo que considere fracaso no sean más que las mentiras ajenas que se diluyen y quieren salpicarme. La música que escucho me envuelve y se hace líquida, y, a pesar de tener todas las ventanas abiertas, buceo en la pecera de mi vida. No sé cómo, llego al pasado. De niño jugaba a que mi cama era un isla y, para pasar a la de mi hermano, me lanzaba al mar del suelo donde nadaba aguantando la respiración. La habitación era todos los mundos que yo imaginaba. La cama era una isla o una montaña, o un barco a la deriva o lo que a mí me diera por imaginar aquella mañana de domingo solitaria. Eran las mejores aventuras. Primero leía y luego plasmaba las lecturas en mi habitación, las cambiaba, había nuevos finales, nuevos protagonistas, versiones ideales y perfeccionadas mientras buceaba en domingo como si nada. Después llegaban mis hermanos y mis padres y al entrar mi madre en mi cuarto preguntaba ante tanto desorden, qué has estado haciendo cariño, y yo la miraba con media sonrisa, encogía los hombros y, con un libro en la mano, le decía, buceando en domingo. Ay, qué niño.

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