lunes, 15 de julio de 2024

La ciudad invisible

La ciudad que habito no se ve. Se oyen ladridos de perros que no están y se escuchan gritos de silencio. A veces el silencio da más miedo que las palabras, por eso siempre oigo más de lo que me dicen, escucho las miradas, las intenciones, escucho la manera de actuar de la gente amada. En la ciudad invisible todo importa, sobre todo lo que uno ve solo. La ciudad invisible me acompaña allá donde voy. La ciudad invisible está llena de dragones que me sonríen. No son voladores, unos caminan a paso muy lento y otros leen apoyados en las esquinas, tumbados en el césped o sentados en un banco. Toda la ciudad está adornada con unas flores moradas de hojas negras y tallo rojo, son ataraxias filosofales, me susurra un dragón sonriendo. Sigo caminando o puede que esté quieto, la verdad es que eso no tiene importancia. Llévese unas flores señor, me sugiere una dragona, y añade, la revolución del amor lo merece.

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