domingo, 28 de julio de 2024

Chamanes y dáimones

Nosotros somos chamanes, y nosotros dáimones, y tú eres las dos cosas. Respire profundamente varias veces antes de abrir los ojos. Estaba desnudo y tumbado en la cama, había hecho una pequeña siesta de cinco o diez minutos, pero, durante el sueño, había vivido años con un grupo de seres maravillosos con los que intercambié conocimientos y grandes momentos creativos y, como era inevitable, disfrutamos de la revolución del amor y construimos juntos varias porciones muy interesantes del mundo poema onírico. Los chamanes, con su combinación de poetas, sacerdotes y médicos, hacían de la vida un ritual mágico constante y, los dáimones, lo ponían en práctica con sus maravillosas transformaciones. A veces eran personas; otras, animales. Y desde todas las perspectivas que adquirían me enseñaban lo más misterioso de la existencia. Todos se congratularon de la revolución del amor y la consideraron esencial para la creación de más mundo poema. Me levanté con una parsomonia feliz, deleitándome en mi propia desnudez. Abrí la ventana. Varios pájaros se acercaron y, aleteando a tan sólo un palmo de mi nariz, me hicieron una señal para que les siguiese. Comencé a aletear. Volamos un rato por el barrio. Unas vistas increíbles que jamás creí poder ver se ofrecían ante mí. Un perro nos observaba desde el suelo. Aterricé a su lado y tomé su forma canina. Charlamos de filosofía y de cosas de la vida. Leímos varias bilbiotecas con nuestros olfatos y, en muy poco rato, construímos un gran trozo de mundo poema. En una esquina había un hombre apoyado. Soy Néstor, me dijo, tu perro amigo y, aunque estoy muerto, sigo queriendo estar contigo. Y nos fundimos en un abrazo.

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