lunes, 1 de julio de 2024

La vaciedad que agota

Víctimas de lo inmediato vamos perdiendo los momentos reflexivos y acumulando reacciones impulsivas que achacamos a nuestra firme personalidad. Lo inmediato es una droga en la que no hace falta camello pues se te proporciona en todas partes. La vaciedad está en las conversaciones, en los problemas, de hiperbanalidad supina por mucho que insistamos en untarlos de importancia, en la forma de vida, en la construcción de nuestra personalidad de cartón piedra que, a la mínima, se la lleva el viento, mostrándonos, ipso facto, que la vida moderna es una auténtica mierda. La gente se vanagloria de no leer, todo el mundo cree que tiene derecho a opinar de todo, pero la opinión es un juicio o una valoración que hacemos de algo de lo que debemos tener conocimiento y, sinceramente, tener conocimiento de algo no es leer un titular, oír a un tertuliano o escuchar un podcast. Es algo más. Se nos llena la boca con la palabra derecho, derecho a manchar, derecho a opinar... Pero la opinión que no se sustenta con argumentos no vale nada. Toda esta vaciedad imperante que agota menoscaba nuestras vidas, destroza nuestros estados de ánimo, nos lleva, como decía mi madre, por la calle de la amargura. Debemos volver a la calma, a la contemplación, reflexionar, dialogar, volver a saber medir los tiempos, olvidarnos de la prisa y de la inmediatez, pues más rápido de lo que imaginamos se trasnforman en idiotez. La vaciedad que agota no nos dejar ser, ni amar, nos zarandea, nos agita, nos transforma en bayeta humana, nos estruja, nos transforma en amasijo incólume de tontería innata, sin vida, sin amor, sin nada.

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