viernes, 6 de septiembre de 2024

Aprendiendo de todos

Hoy hablaba con un compañero de trabajo y me ha dicho que le gusta hablar conmigo porque siempre aprende algo. Entonces me he envalentonado y le he contestado que de quien más aprendo es de mis enemigos y, muchísimo más, de mis enemigos soterrados, esos que dicen ser amigos pero mienten como bellacos. Y le he explicado a mi compañero que cuando una persona te cae mal te sueles ver influenciado por este hecho, porque todo lo que dice, aunque compartas su opinión en lagunas cosas, no te gusta. A mí no me ocurre eso. Me puede caer mal, pero reconozco cuando dice algo sensato, es más, pienso que se habrá equivocado, que por eso ha sido sensato, todos cometemos errores. La persona que me cae mal comete cientos o tal vez sólo uno, haber nacido. Pero, a lo que iba, aprendo más de la gente que no me gusta, de la que me trata mal, de los mentirosos, de todo ese tipo de personas, porque no me encaminan hacia la venganza sino hacia el lado opuesto de sus actos, de sus opiniones, a no ser como ellos. En un primer momento sufro las consecuencias de sus actos y hay una tendencia bíblica al ojo por ojo, a devolver con la misma moneda, pero se desvanece enseguida gracias, primordialmente, a la filosofía. Llevo toda la vida leyendo filosofía y estudiándola, pero últimamente realizo lo más interesante que es ponerla en práctica, aplicarla en mi vida diaria. Antes he tenido que extirparme las respuestas aprendidas de niño influenciadas por una educación poco sólida mezclada con estupideces religiosas, pero con la catarsis filosófica todo ha sido más sencillo. Se acabaron las bondades de catecismo manipulador, las chorradas de poner la otra mejilla o el ojo por ojo bíblico. Las mejores respuestas están en mi interior, en mi propia reflexión, en el conocimiento profundo que voy descubriendo al conocerme mejor. Porque de quien aprendo más es de mí mismo a medida que voy conociendo.

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