sábado, 14 de septiembre de 2024

Respiraba el aire de tu piel

Estaba tranquilo, sosegado, siendo mar en calma chicha, meditación en templo budista. Contemplando el horizonte infinito de mi corazón, pues aunque tenía los ojos abiertos, miraba hacia dentro, usando esa mirada reversible que me caracteriza. La música del silencio sonaba en mi cabeza, allegro ma non troppo, lo justo para generar el brillo de mis ojos. Varios poemas acudieron a mi vera, por ambos flancos, custodiando mi calma, vigilando esta paz que me invadía. Casi imperceptiblemente, mis labios se arquearon varias milésimas de milímetro, provocando lo que para una ameba sería un terremoto y para nosotros absolutamente nada. Pero la realidad era que una sonrisa placentera se creaba tan lentamente como una piedra va cambiando de forma a lo largo de los siglos, puliendo asperezas con el viento, el agua y los sonidos. La ventana estaba entreabierta y el frescor de las plantas recién regadas del vecino ascendía por el aire como la letra encaracolada de mi madre en un pergamino. Cayó el telón en mis ojos y volvió a ascender en pocos segundos; un lento parpadeo dió un toque intermitente a mi pensar profundo. Hoy parecía distinto, tranquilo, sosegado, meditabundo. Abriste los ojos y los dirigiste hacía mí como cuestionado qué hacía. Y sin abrir la boca te dije que respiraba el aire de tu piel.

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