domingo, 1 de septiembre de 2024

Instalar el mal

A veces es sencillo y otras, muy complicado. Depende de las personas, de sus creencias, de su pasado, de sus ganas de venganza. El mal es siempre el mismo, se instala en una empresa o en un hombre solitario, en una organización, un gobierno o en un pobre vengativo y desalmado. El mal busca su espacio, quiere y solicita su hueco para poder actuar, para desarrollarse. El mal es como el poder mediático, manipula y puede hacerte creer que estás haciendo las cosas bien cuando, en realidad, el mal lleva actuando a través de ti toda tu vida, a través de lo que te ha pasado, de tus actos, a través de esos consejos de tus amigos, conocidos o allegados, que pones en práctica creyendo que es lo más honrado y apropiado. El mal es así porque lleva toda la vida engañando para perpetuarse. Se ayuda también de las costumbres, por eso prometes y no cumples y, cuando te percatas de ello porque alguien te lo recrimina, piensas que todo el mundo hace lo mismo, que a ti también te lo han hecho, como si eso pudiera servir de excusa, y te haces la víctima para no sentir el mal que tú has infringido a otros. El mal son esas bromas de mal gusto que rompen relaciones, pero tú solo crees que es un broma. El mal son los desplantes, las mentiras, el genocidio, los que lo protegen con sus mentiras y con su silencio, porque el mal tiene muchos cómplices, son necesarios para su triunfo. El mal no tiene cuernos grandes sino sonrisas lindas. El mal llora y suplica para que vuelvas a caer en sus mentiras, para que sigas practicando lo que tú llamas venganza cuando solo es la propagación del mal. El mal existe para hacer que tú lo cometas aunque no quieras y se inventará mil subterfugios y razones para que lo expandas por todos los rincones.

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