sábado, 21 de septiembre de 2024

La casualidad

Sumido en la intranquilidad de la vida estaba. Después de un día duro de trabajo, ya en casa, pensando en mis problemas, en los de mis amigos, en mis pequeñas o grandes rencillas. Sin hallar solución pero intentándolo todo. Y, como siempre, preguntándome los porqués de las cosas que me ocurrían y no entendía. Como digo, ya en casa, intentaba distraerme con lo que más me gusta: la lectura y la escritura. Buscando cualquier tema con el que poder disertar un poco, la chispa que me lanza hacia el bolígrafo o las teclas. Y de pronto leí porfía, acción de porfiar, decía el diccionario. Y seguí buscando. Me encanta indagar en las palabras, son como la filosofía, dan respuestas cuando menos te lo esperas, te incitan a una revolución o a crear un mundo, y también, como no, al auto conocimiento, pues cuantas más palabras sepas mejor podrás expresarte, entenderte, conocerte, amarte, en fin, todo. Y busqué porfiar. La riqueza de nuestro idioma es maravillosa, y este verbo tiene varios significados. La luz vino con el segundo. Pero fui por orden. Al leer el primero me vi reflejado, discutir obstinadamente y con tenacidad. Ahora me contengo un poco más, hay que saber con quién se discute, no se puede hacer con todo el mundo. Y con el segundo significado vi la luz a un pequeño problema que estaba teniendo últimamente y no entendía muy bien. Importunar repetidamente con el fin de conseguir un propósito. Equilicuá, dije en un susurro que se me escapó en media de una sonrisa de placer y victoria al comprender lo que hasta ahora no entendía. Importunar repetidamente con el fin de conseguir un propósito. Así que de eso se trataba. Madre mía como está el patio y yo con estos pelos. Seguí leyendo un rato.

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