domingo, 4 de agosto de 2024

El pintor y el poeta

Aparentemente no tenían muchas cosas en común, pero las pocas que sí tenían parecían ser las más importantes. Una era el arte. Los colores se mezclaban en la paleta y en los lienzos y, a partir de unas manchas, surgían monstruos, niños, selvas y templos. Y en los versos del poeta vivían todas las cosas de este y otros mundos a pesar de ser casi un anacoreta. La fantasía de ambos era la realidad de su obra. Compartían también ilusión y sueños, que vivían a diario en su mundo estrafalario, y también la incomprensión de la gente de su alrededor. Un día el pintor leyó al poeta y le gustó. Al mismo tiempo, o un poco antes o después, poco importa si viceversa o del revés, el poeta vio un cuadro que le sugirió un mundo imaginario, y escribió sobre lo visto y tomó notas a diario y siguió viendo pinturas del pintor estrafalario. Un día se conocieron; el pintor leyó unos libros y le regaló un cuadro. El poeta lo observó y vió que el pintor lo había metido en la obra. Cómo es posible que estando tan lejos miro ese cuadro y veo un espejo donde me reflejo. Maravillado el poeta escribió al pintor, tenemos que mezclar nuestros mundos en un libro, una obra conjunta, tus pinturas y mis versos, crear un mundo y se llamará mundo poema, donde los versos tendrán tu color, tus cuadros mi rima y mi entonación y todo funcionará mejor. Y así es como dice la historia que comenzó la revolución del amor.

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