domingo, 18 de agosto de 2024

Libres

Siempre decimos que queremos ser libres para poder decir lo que queramos pero en realidad deberíamos ser libres para pensar lo que decimos. Porque si hablamos sin pensar no somos libres, posiblemente repitamos lo que nos dicen como loros o autómatas creyendo que, al escoger una opción, entre las que nos ofertan, para decir algo, está la libertad. Y lo mismo ocurre con las acciones. Pequeñas acciones rutinarias, mal llamadas costumbres, que no son más que adicciones: beber, fumar, contemplar pantallas, en definitiva, abotargarse, no pensar y dejarse insuflar ideología y opiniones de pacotilla e insufribles, aunque a simple vista o escucha, parecen razonables. La libertad no es ser víctima del mercado y tener los gustos impuestos por el capitalismo del momento. La cultura y el conocimiento nos pueden hacer libres, pero sobre todo es el pensamiento. Porque hay mucho formato cultural induciendo al no pensar, a hacernos absorber mensajes que, si pensaramos, no les otorgaríamos el valor que les estamos dando. Por eso el pensamiento propio y el pensamiento crítico son tan importantes. El método socrático nos ayuda a descubrir los conocimientos que ya están en nosotros pero que, por cobardía o pereza, obviamos. La duda cartesiana también juega un gran papel, cuestionárselo todo, incluso lo que ya damos por sabido, muchas veces es conveniente. Porque sin querer se van colando en nuestro interior falsos conocimientos a los que damos un valor que no tienen y que, si analizamos, nos percatamos de nuestro error y de su fraude. Libres sí, pero para pensar lo que decimos.

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