No sé

¿Cuántas veces deberíamos decir no sé pero no lo hacemos? Ser capaces de reconocer nuestras carencias y no sucumbir al auto engaño de tener respuesta u opinión para todo. Esas opiniones no fundamentadas no hacen más que potenciar el fraude de conocimientos en el que vivimos, ayudar a que la manipulación se extienda, generar pequeños bulos con el efecto de bola de nieve que acabará por enterrar la verdad en palabrería vana y tópicos del tres al cuarto. Parece que está de moda cuando preguntan cualquier cosa y se desconoce la respuesta, comenzar con un yo creo que. Con la falta de conocimiento no se puede creer nada de ningún tema y añadir suposiciones al caldo de cultivo de las chorradas infinitas no ayuda. Deberíamos ir a diario al gimnasio intelectual y hacer repeticiones de no sé y de lo desconozco, cien de cada. Habituarnos a no mentir por costumbre, a no inventar historias y ejemplos pretendiendo colarlos como verdad en conversaciones que no vienen a cuento y no llevan a ningún lugar. Aprender a conversar y discutir sin hacer de ello una competición, nadie tiene que ganar, se está buscando la verdad y, para eso, se coopera, y si el otro tiene razón pues la hacemos nuestra a partir de ahora junto con los argumentos que aportó para validarla. Evitar la mentira, la competición dialéctica, la falsedad por costumbre, el victimismo insano, porque todo esto hace perder la ilusión y la esperanza y, también, disminuir los momentos creativos pues estamos perdiendo el tiempo lloriqueando. No sé se va a transformar en la frase del sabio, por eso hay que repetirlo a diario sin timidez, porque al pronunciar no sé comienza la averiguación de la verdad de forma compartida y cooperante.