viernes, 23 de agosto de 2024

La inmortalidad

No sé cómo pasó, pero como pasó así lo cuento. Puede que mi vida sea un cuento lleno de fantasías, pero mucho de lo que primero invento acaba siendo realidad en mi día a día. No sé cómo pasó, pero rocé el éxito. Estaba en las cercanías de un circo, cuando aún se explotaban animales, cuando los latigazos arrancaban aplausos y exclamaciones de admiración, cuando un tigre saltaba a través de un aro incendiado. Un payaso estaba sentado en un banco echándose un trago. El líquido derramado había borrado parte de la sonrisa pintada. Un trapecista cojo y un hada con un ala rota discutían después de haberse besado apasionadamente. Un enano con un turbante se acercó y me preguntó si me gustaba lo que veía. Yo lo observo todo señor y algún día dejaré constancia de ello. Ahora solo recopilo datos e imagino fantasías. Vaya, vaya, dijo el enano, un futuro escritor, un Dickens, un Tolstoi, un Cervantes de barrio, y soltó una carcajada. Necesitarás mucho tiempo y yo puedo ayudarte. Puedo hacer que seas inmortal. Todo te irá genial, venderás muchos libros, ganarás premios y fama, tus competidores se bañarán en el mar del ostracismo. ¿Qué me dices, quieres la inmortalidad? Lo miré fijamente. Estaba convencido de lo que decía. Piénsalo el tiempo que quieras, pero algún día tendrás que contestar. In-mor-tal, repitió recalcando las sílabas para llenar de importancia la palabra. Pensé en mis amigos. Todos muriendo y yo solo ante los siglos. Pareció una eternidad pero no fueron ni tres minutos. ¿Quieres la inmortalidad? Repitió el enano. Y yo le dije: elijo morir.

No hay comentarios: