jueves, 29 de agosto de 2024

Causas perdidas

Soy el adalid de las causas perdidas. El señor de los fracasos, duque del error inmenso que, solo por su inmensidad, es ya un éxito. No es ignota para mí la derrota, al contrario, está en todas las letras de mi abecedario. Pero no creáis que me importa, acrecienta mi fe en las causas perdidas. Donde huelo amor allí voy, pero también están los defensores de lo oscuro, el miedo y su rayo paralizador, la mentira que fulmina, las palabras dichas sin pensar que luego retornan a mi memoria cuando quiero arreglar desaguisados y aún salgo más escaldado. Ni siquiera yo las pronuncié, me fueron dichas a mí que, como siempre ingenuo, me las creí. Soy un pesimista alegre, sé lo que es sufrir, y lo acato, si eso te hace feliz. No comprendo muchas cosas, que se mienta por amor es ya una falacia que nunca me ha hecho gracia y la evito en cuanto puedo y si me rechazas muero, pero renazco con el viento. Soy la causa más perdida, más que todos mis intentos, y no quiero consuelos ni lamentos ni tampoco la poesía del silencio. Pues si fracaso lo digo, y escribo un cuento y me río, y corriendo voy al huerto a ver si las nuevas causas perdidas están creciendo. Y riego una y la observo a diario, está creciendo, me mira con brillo, con un brillo de amor que quiero. Oigo sus palabras en mis sueños y, a lo lejos, en el horizonte, un fuego de arrepentimiento. Son antiguas causas perdidas que aún me siguen queriendo. Soy el adalid, duque del error inmenso.

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