miércoles, 28 de agosto de 2024

Lo mismo

Hubo varios momentos en mi infancia y en la adolescencia donde creía que el resto del mundo era imbécil. No se trata de orgullo ni de prepotencia, ni de saberlo todo, pero fueron esos momentos de lucidez, que supongo que debe de tener todo el mundo, los momentos álgidos de mi vida. Luego, cuando uno cree crecer, hacerse adulto, descubrir el sexo, y cuatro o cinco tonterías más, se pierde en un nebulosa de adicciones sociales adultas, como trabajar, dinero, relaciones, casa, coche, comprar, comprar, gastar, gastar y aparentar. A veces los recuerdos me llevan a esos momentos por túneles de mi memoria que creía cerrados, y me veo con muy poca edad pero con mucha más inteligencia que ahora. Y también más imaginación, pero más control sobre todo ello. Con la edad solo adquirimos seriedad y tontería. Puede que con más edad, la crisis de los cuarenta para algunos, nos dé por volver a ser jóvenes pero sólo con los vicios, o nos volvamos tiernos y victimistas, o un batiburrillo de todo eso. Después viene la edad de las cosas sencillas: viajar, comer bien, asentir en el trabajo a tu jefe cuando te da órdenes y luego hacer lo que te dé la gana, estás en el punto de la maestría laboral. Yo me estoy aficionando a saltar de una época a la otra cuando me conviene o simplemente para pasar el rato. La gente no deja de sorprenderse, pues unas veces me ven discutiéndolo todo, otras callado y asintiendo con una sonrisa, pero nunca dejo que vean todas mis cartas, ni siquiera las de la manga, prefiero pasar por tonto o por engañado, hay veces que dejo que me mientan sólo para ver hasta dónde llegan; otras, sin embargo, soy capaz de decir frases enteras unos segundos antes de que me las digan a mí, y nunca nadie se da cuenta de nada, solo repiten sorprendidos, qué casualidad, yo te iba a decir lo mismo ahora.

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