jueves, 12 de agosto de 2010

Sermonear

Dar sermones. Es lo que me ha prohibido mi padre hoy. Pero para él, dar una opinión diferente a la suya es sermonear y, a veces, incluso abrir la boca para articular palabras con cierto sentido también es sermonear. ¿Qué hacer? Me sermoneo yo para mis adentros de una forma interrogativa. Sermón sí, sermón no, sermoneas tú, sermonean ellos, ¿qué problema hay en que sermonee yo? Cuando era pequeño me pasó lo mismo con fumar. Me pescaron un paquete de cigarrillos del pantalón, ni siquiera me vieron fumando, y parecía que se venía el mundo abajo. Mi padre me dio una reprimenda, un sermón mediano y, a mitad de sermón, ya tenía un puro encendido entre sus labios. Entonces vino a mi cabeza otra de las frases paternas, predicar con el ejemplo, y creí no entender absolutamente nada en mi propio idioma. Me sentía japonés. ¿Pero cómo podía tener padres españoles? ¿Y por qué no estaban rasgados mis ojos en vez de mi alma? Y mi sermones cortos, ¿serán haikus? Desisto ahora de pensar y me zambullo en el silencio, en un silencio sermoneador, supongo.

viernes, 16 de julio de 2010

En donde estoy

Esperando a la persona de mi vida me encuentro, acompañado de café con hielo; paladar fresco. Sintiendo un porvenir estupendo que, definitivamente, acabará viniendo; acaricio el futuro con esmero. Prueba el amor mi cerebro y sólo piensa en compartirlo con el resto del cuerpo. Cerca está lo que quiero, puedo sentirlo, pero ahora quiero palparlo con mis dedos. Acariciar la vida de mi vida, comer sus besos, seguir sus pasos, cumplir sus deseos, los míos, los nuestros. Con ganas de dar felicidad me encuentro, acompañado de la ilusión del gran encuentro: amor, próximo estreno.

jueves, 10 de junio de 2010

La creación de un nuevo yo

Requiere su tiempo. Mi nuevo yo tiene perro, y esta vez no es imaginario, lo muerde todo, es mi sombra, me sigue a todas partes, me quiere, pero volvamos al yo por hacer. Una vez descartado todo lo que no nos gustaba de nosotros, tenemos que buscar los nuevos gustos del yo, su nueva forma de actuar, su nueva moral, sus nuevos intereses. Uno de ellos es la flauta travesera. Estoy a punto de entrar en el conservatorio, el lunes que viene tengo las pruebas de acceso. Mi nuevo yo será músico y tendrá perro. ¿Pero que más quiero yo para mi nuevo yo? Un amor, alguien con quien compartir la vida de una forma íntima, alguien a quien tocar la flauta, alguien con quien pasear el perro, alguien que me quiera tanto como mi perro y me lo diga con palabras y caricias. También quiero para mi nuevo yo más tiempo, tal vez más dinero, aunque no es indispensable será bienvenido, más viajes, más felicidad para mi nuevo yo. Así que a partir de ahora yo voy a ser otro: mi otro yo.