viernes, 26 de agosto de 2011

Caramelo gigante

Es la sensación del momento. Gracias al cariño extremo de mi perro me siento como un caramelo con patas. Está todo el día chupándome. Últimamente hasta creo que estoy bueno. Pero he descubierto que me engaña, porque cuando no me chupa a mí, chupa a mi padre. Así que compartimos la misma casa, un perro y sus dos caramelos humanos. Y la vida sigue, chupa que te chupa. El perro ha ido creciendo y nosotros menguando. Y, como ocurre con los caramelos húmedos, un día nos rozamos mi padre y yo en el pasillo y nos quedamos pegados, aunque adquirimos un tamaño considerable, parecíamos casi una persona, pero con nombre de lubricante, dos en uno, o de herramienta mágica, como un mechero bolígrafo, dos funciones en un pequeño aparato, sólo que nosotros somos dos sabores para mi perro, fresa y nata, carne madura y pellejo de anciano, y el perro chupa que te chupa. Y por eso, ahora, termino de escribir este texto desde el interior de mi perro. Dentro de pocos segundos comenzará correr detrás de una perra en celo, así que debo cerrar el portátil y abrocharme el cinturón de seguridad. Y la vida sigue, chupa que te chupa.

lunes, 22 de agosto de 2011

Extraño

Diferente, distinto, raro, extraño. De todo me han llamado. Recapacito delante del espejo, observando lo que nunca veo, yo mismo, observándome; no hay nada raro, aún soy como me recuerdo: calvo, listo, guapo, maravillosamente feo, un tonto tierno. Eso depende del momento, de si hay o no sexo, de si sigue existiendo, de si sólo queda ya un mecanismo incierto. No hay nada raro, sigo observando lo que soy y nunca veo, y pienso. Se pierde mi mirada en el espejo, río por un momento, profundizo en el reflejo, pienso más, noto cierto goteo, en mis mejillas frescor, lágrimas que se van corriendo, tengo miedo, no sé quién soy, creo ver lo que no veo. Una gran luz, una sombra, un parpadeo, creo que soy yo, qué extraño, no me lo creo. Soy mi propio extranjero.