martes, 28 de abril de 2020

Huéspedes de la vida

Si estuviéramos en la experiencia que disfruta, con nuestras palabras engarzadas por sentimientos, ese extraño que nos revive en su lectura; si cierta energía durmiera en esos versos paridos en juventud temprana y altanera, dispuesta a despertar ante la atenta mirada futura de un alma en busca de aventuras; si todo lo que cuento vive, si todo lo que es cuento nace o nacerá; entonces, lo soñado, lo trabajado con los sueños que se escriben, las ilusiones versadas, los deseos imaginados que entre líneas caminan, nuestra vida ya perdida que, como el polvo, se aferra a las letras escritas en tiempos pasados, renacería en otras mentes, en otros cuerpos que reabsorben las ideas que deambulan por los siglos, esparciendo su polen de letras como la vida, como un funámbulo, camina por la cuerda floja de la evolución, por esta historia que comienza pero que nunca termina, una historia que a veces da vueltas, se va, vuelve, retorna, es idéntica a otra salvo pequeños matices, una coma, un acento, un adjetivo, un adverbio, una banda sonora, la intensidad de la luz... tantos matices pero siempre la misma historia: la historia generada por nuestras palabras engarzadas por sentimientos que un extraño (una vez fui yo) revive en su lectura.