lunes, 16 de abril de 2018

De la piel al corazón

El viaje de una auténtica caricia se inicia sin ninguna razón. Tal vez el comienzo sea la valentía de un instinto, la temeridad de un deseo oculto, la osadía de transformar un instante en placentero. Pero eso es solo el principio. Si la caricia continúa el viaje, pasará por el pensamiento, activará la imaginación, proyectará un futuro con diferentes desenlaces, originará un recuerdo para la posteridad.Los poros se abrirán, al igual que las expectativas, se erizará el vello, cierto calor agradable aparecerá en la zona acariciada. Todo ocurrirá en el instante de realizarse la caricia. La respiración se acelerará, el pecho se ensanchará, el corazón bombeará más sangre para recibir a la nueva caricia que, como una hoja en otoño, se deslizará en un vaivén acompasado hasta aposentarse en el mejor de los escenarios, en la caja fuerte de sentimientos más segura, en el hogar perfecto para una caricia tuya, en el final de trayecto idóneo: corazón.

miércoles, 11 de abril de 2018

El vuelo de un alma

Lo estoy observando desde el pensamiento donde se confunden los recuerdos y, a la vez, mis ojos pueden verlo en algunos gestos. El vuelo de un alma zigzagueando entre las chiribitas de lo cotidiano. Hay que estar muy atento para percibirlo, o tal vez muy despistado, todo es tan parecido que la concentración despista. Aturdido de realidad repetida y manipulada, no sé cómo, consigo vislumbrar el vuelo de un alma y, otra vez, en mi interior, todo está en calma. La cáscara se resquebraja y se desborda, con densa lentitud, el amor al unísono del vuelo de un alma.

martes, 3 de abril de 2018

Espiritismo poético

Me reuní con unos versos con alma y cara de poetas. No había un vaso invertido deslizándose por una mesa sino unos dedos acariciando los lomos de ejemplares variopintos en una estantería repleta de la historia de mi vida, de la historia de mis lecturas. Si al pasar las yemas de los dedos, con extremada delicadeza y sutil lentitud, notaba cierta presión del libro por salir de su aposento, paraba mi caricia libresca y, con los ojos cerrados, abría (podría decir al azar, pero sé que no sería cierto) el libro a la vez que los ojos y leía en voz alta. ¡Qué maravilla! Cada verso era el idóneo, el justo y necesario para ese preciso momento, y los versos de un libro conectaban mágicamente con los del otro. Poetas vivos, poetas muertos, daba lo mismo, no importaba, estaban los versos, y en ellos su espíritu, las palabras palpitaban al pronunciarlas y, con cada verso, podía oír sus respiraciones en perfecta armonía: espiritismo poético. No sé cuánto tiempo transcurrió, pero desperté con la mesa revuelta, llena de libros abiertos, al igual que varios botones de la camisa, algunos vasos manoseados, sonrisas flotando. Todo parecía indicar que había ocurrido, que había dejado su huella, impregnado el ambiente, transformado el momento. Nada volvería a ser lo mismo. Espiritismo poético.