domingo, 25 de noviembre de 2012

Ahora

Corre. Desaparece; rápido, no lo pienses. En el fondo lo estás deseando. Piérdete en el mundo. Si no lo haces ahora no lo harás nunca. Estás solo, siempre lo has estado. No te habías percatado hasta ahora, pero así es. Siempre solo. Viniste solo, estás solo y, si no haces nada al respecto, te irás solo. Escapa. Ahora. Es tu momento. Abro el libro y en la primera página me lanzo de cabeza. Mi yo de siempre empieza a diluirse, a desaparecer paulatinamente, a cada línea leída, ahora soy un personaje, un auténtico personaje. Por fin, mi vida insulsa, forma parte de una obra. Corre. Desaparece; rápido, no lo pienses. Me chilla el primer personaje que me encuentro en la página siguiente. Piérdete en el mundo. No te quedes entre líneas. Dibuja tu rumbo con acciones insólitas. Escapa. Ahora. Es tu momento. Corro. Sigo corriendo. Estoy en medio de una historia y a nadie le importa. Corre, no lo pienses. Alguien más está escapando. Oigo sus pasos. Desaparece; rápido, no lo pienses. En el fondo lo estás deseando. Sí, es cierto, lo deseo más que nunca. Corro. Dos líneas más y estaré en la página siguiente. Corro. Oigo sus pasos. Paso la página y está en blanco. Piérdete en el mundo. En el fondo lo estás deseando.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Prosía

Mi intención era escribir 'poesa' pero acabé escribiendo 'prosía', no uno, sino todos los días. Y el día que no escribo, la hablo, la vivo. Prosía es una fiesta, donde se mezcla lo triste y lo feliz, prosía para todos porque, inundado de alegría, mi corazón muestra este cariz. En tiempos de fusión, prosía es mi religión. Comulgo con la rima novelada, y me caso con enanos y hadas, nado en párrafos versados de frases acentuadas y mis sentidos, ahora líquidos, asombran a las miradas, humedecen los cuerpos, los mismos que encarnan a mis palabras. Mis amigos verdaderos son las frases asombrosas que yo lanzo al mundo entero. A mi mundo, claro, que no es todo el mundo, que es un puñado. Mi primo, mi hermano, mi amigo y, tal vez, mi cuñado. Prosía todo el día, proseo donde puedo y, cuando no me dejan, escribo prosía en una nube con un dedo. ¿Pero cómo? Desde mi corazón y porque quiero.

Un rato

Hace un rato que estoy pensando qué voy a hacer. Cuarenta y seis años; un rato, un ratito, como diría no sé quién. Todavía no he decidido qué voy a hacer con mi vida, ni siquiera he pensado de qué voy a hablar cuando escriba. De todas formas sólo llevo un rato pensándolo: cuarenta y seis años. No me gusta lanzarme a la piscina enseguida, soy de los que meditan las cosas durante el tiempo justo: un rato. Y, como todo en la vida, es relativo. ¿Cuánto dura un momento? ¿Y un momentito? ¿Qué medida tiene un rato? Es cuestión de gustos, sin duda, de gusto por lo flexible. Un momento es algo elástico, se estira en el tiempo, crece, tiene familia, pequeños momentos que van al colegio. Parece una tontería pero ahora me acuerdo de los míos; qué tiempos aquellos, o qué momentos, o momentitos pues todos éramos pequeños. Y desde entonces estoy pensando qué voy a hacer. Los profesores no me aclararon nada, ni los estudios tampoco, al contrario, me generaron dudas, me hicieron pensar, porque si la vida son cuatro días, yo llevo un rato pensando. Cuarenta y seis años. Y aún no sé de qué voy a hablar cuando escriba.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Farandulero

Dicen que soy, entre otras cosas. Y qué remedio, tal cómo está el patio. Lo mejor es lanzarse al río de cabeza o, si no, mejor perderla, entre carcajadas, bailes y risotadas, entre grandes conversaciones que nunca conducen a nada. Un día vestir como un dandi y al siguiente como un mendigo, hacer cualquier cosa, lo que sea, para estar contigo. Y, las historias que ahora escribo, vivirlas a tu lado, los trances vitales, todos acompañados. Verle el forro a la rutina, y las bragas a la vida. Reír en los entierros, soñar en las esquinas, comer con los vecinos, jugar en la deriva. Sentir amor en las pisadas y en los semáforos ver hadas. Farandulero soy porque quiero darle más vida al niño que llevo dentro. Y la comedia que vivo compartirla con el mundo, transformando la tristeza en un disfrute rotundo. Insigne payaso común, farandulero de ir por casa, gracioso del tres al cuarto, comediante de barrio, dicen de mí que soy, y a mí me encanta mostrarlo. Farandulero por ti, farandulero de antaño.

domingo, 4 de noviembre de 2012

El hallazgo

Estoy leyendo y empiezo a notar ese ronroneo interno desde las profundidades de mi ser, tal vez en el alma, aunque, como la mayoría de cosas y veces, no lo tengo claro. Sigo leyendo aunque he perdido la noción del texto porque mi mente se ha subido a una lanzadera imaginaria y está a un tris de verse abocada a un abismo de diferentes temas que nada tienen que ver con mi lectura. No sé si sigo leyendo, pero creo que todavía tengo el libro abierto en mis manos, y, aunque todavía no lo percibo, tengo la boca ligeramente abierta, como al principio de una sorpresa. Una bruma de imágenes inconexas sale a mi encuentro; creo que estoy pensando en algo, pero no es cierto. Estoy perdido, a un paso de la frontera de lo triste, buscando un camino nuevo, tal vez de evasión, o incluso de retorno, doy un respingo, mi corazón intenta un giro; creo que tengo miedo. Cierro el libro. No sé qué estaba leyendo ni por qué, sólo sé que tengo que hacer algo, pero estoy nervioso porque no sé qué. Durante unos instantes sigo dudando y un calor interno me lleva hasta la ventana. La abro. Vaya ventolera. Varias hojas vuelan a mi alrededor y el libro que leía sin prestar atención parece llamarme, se abre y se cierra, las páginas van y vienen creando un ritmo, generan un ruido familiar que el viento acompaña con su silbido natural. Cierro la ventana. Y me veo reflejado en ella, sonriendo. Creo que he encontrado lo que estaba buscando.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Siempre en ti

Me cuelo por los intersticios de tu alma para quererte más, desde dentro, para amarte desde el origen del sentimiento y, desde tu interior, acariciar la paredes de tu cuerpo con mi pensamiento. Zambullido en el torrente de tu sangre formo parte de tu temperatura y, sí, exactamente lo que estás pensando. La cosa asciende, vas cogiendo grados y, de repente, me cuelo en tus huesos y soy también tus tuétanos. Inicio el movimiento con el maravilloso ritmo del amor desde el interior de tu cuerpo: bailas, bailo: bailamos. Y esta danza humanamente divina, confunde nuestra sangre, mezcla nuestros huesos y funde nuestras almas en el placer tranquilo de un te quiero sin sonido, irradiado por la mirada, de un te adoro no sonoro, de un te amo y te acaricio con los ojos, de un te siento en mi suspiro; y seguimos bailando como niños.