lunes, 7 de noviembre de 2022

La ilusión que me sostiene

Tiene mucha fuerza. Hace que me levante temprano, que desayune, que saque al perro por un parque cercano, que vaya en bici al trabajo, que sonría a mis compañeros y que comience la jornada con alegría. Que, a pesar de que tengo un trabajo de mierda y no cobro lo que debiera, me enfrente a la vida con un optimismo que a veces escuece porque se trata, más bien, de cierto pesimismo filosófico. Porque enfrentarse a la vida con cierto optimismo no es ver positividad en todo. Al igual que el pesimismo filosófico no es catastrofista. Pero ante una realidad oscura, la ilusión que me sostiene tiene fuerza. Tal vez sea una ilusión heredada, materna quizá, quién sabe. Una ilusión ancestral anclada en el ADN que renace en mí y que el entorno intenta mitigar. Su esencia es el amor, no uno concreto, hacia una sola persona, hacia una actividad o cosa, sino un amor amplio y extenso, que todo lo impregna. Por eso la ilusión que me sostiene es atrevida, curiosa, paciente, detallista, sonriente, alegre a pesar del pesimismo. Es también un conocer que nunca termina, una dulce sabiduría que con el amor se compagina. La ilusión que me sostiene son los besos que te mando y las frases que construyo para estar al lado tuyo. Es también el libro que leo, la comida que cocino, es un saludo, un paseo, es lo mínimo hecho mundo.