domingo, 21 de octubre de 2012

Tanto amor

... y nadie para dárselo. Tanta gente y nadie quiere ser amado. Preferible ser incomprendido o denostado y, así, ser una víctima más que chilla, que reclama, que pide amor donde nadie ama, que acumula quejas en vez de experiencias, que colecciona afrentas y ofensas, que todas sus parejas son desquites productos de la ilusión derretida en la realidad que se sincera. Tanto, tanto amor, que desespera. Y cuando ya no te quieres tú, no hay quien te quiera. Tanto amor que esta locura ideal se ha vuelto verdadera y, cuando me miro al espejo, veo al amor saliendo por mis orejas. Y se embadurna el suelo. Se va llenando la habitación de amor, ya van tres dedos. Mi perro lame mi amor, como le quiero. Hay tanta luz que no veo. Y se crea un circuito de amor, cada vez que respiro lo absorbo del suelo. Hay tanto amor que se hace eterno. Sale de mis orejas, respiro y lo lame mi perro que piensa si nadie quiere ser amado yo me voy a quedar a su lado.

domingo, 7 de octubre de 2012

Peripecia

Las hay negativas o gubernamentales y positivas o personales. Ahora mismo estoy a la espera de una peripecia personal, donde el amor sea el motor, la causa, el protagonista, la esencia misma de la peripecia. No se trata de una espera ansiosa, sino con esperanza, llena de calma y alegría pausada. Donde una ilusión infantil provoca el alzamiento de las comisuras de los labios porque una música inaudible para el resto suena en mi cerebro recordándome que la felicidad está cerca, igual que en el silencio la música aún permanece desvaneciéndose, generando chiribitas que se expanden por mi cuerpo y recalan en mis ojos donde, si fueran observadas a través de un microscopio, aparece tu imagen acuosa y brillante, multiplicada por el reflejo en la lágrima placentera que me resisto a derramar para no perder tu visión múltiple que, en mi cerebro, ya ha adquirido movimiento. Y comienza el baile imaginado con la música inaudible, y soy feliz, porque te abrazo en el mundo acuoso de mis ojos y, con vueltas danzarinas y cimbreos suntuosos, te encamino al corazón donde se encuentra mi lecho de amor.