domingo, 31 de enero de 2021

Hijo de musa

Fue en una obra de teatro donde descubrí quien era. En mitad de la obra uno o varios actorres dijeron: 'hijos de musa'. Y se hizo la luz. Esas tres palabras se elevaron, perdieron su pluralidad en el camino, y, cuando brillaban como luces de neón en la oscuridad, adoptaron el singular ideal y perfecto para mí: hijo de musa. Sí, heredero de la inspiración de una diosa que como madre tenía a la memoria y, yo, algo parecido, en la memoria tengo siempre a mi madre. Vástago de una diosa, hijo de la inspiración, pero hijo vago, todo hay que decirlo. Me cuesta llevar a término la inspiración recibida o, tal vez, me sirva, casi exclusivamente, para cosas del día a día. Hijo de musa soy, no voy a ocultarlo, y además, de qué serviría. Y, por otro lado, quién va a creerme. Hijo de musa solitario, sumido en una inspiración perdida como si fuera un mundo todavía no hallado, un planeta por descubrir, una tierra ignota, donde un paraíso interno se descubre ante mí. Hijo de musa, sí, y siento la inspiración como un leve cosquilleo materno, como un disfrute eterno, como un no parar de vivir y soñar, como un sentir que vivo los sueños y que también los inspiro. Un verdadero hijo de musa.