domingo, 24 de marzo de 2019

El futuro

Dicen que todo será diferente allí, que los adelantos que tenemos ahora darán risa en el futuro. Pero teniendo la experiencia de venir del pasado y de estar viviendo ahora el futuro de entonces, no sé por qué insistimos siempre en engañarnos con el futuro. Los mayores dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor porque eran más jóvenes, pero cuando quieren darte lecciones aluden a las comodidades de ahora que no se tenían entonces; hay cierta contradicción. Parece ser que viviendo peor se aprende más, aunque en realidad deberíamos aprender a vivir con nuestro presente, con la tecnología, con la información. Pero aprender a vivir con la tecnología, por ejemplo, no significa vivir con el último aparato que te ofrece el mercado, sino que significa el cuestionarse si ese aparato aportará algo nuevo y recomendable a nuestras vidas o no, saber si tendremos que rechazarlo, no aceptarlo simplemente porque ganamos tiempo. Qué hacemos con el tiempo que ganamos, ¿invertir en otro aparato para ganar más tiempo? Aquí es donde entra la reflexión, tan desprestigiada últimamente porque parece una pérdida de tiempo, para hacer que el futuro sea mejor o, por lo menos, igual que el presente. En este fluir constante de la vida el futuro se construye mejorando el presente, no solo el mío particular sino el de todo y todos los que están a nuestro alcance. El futuro es común. Las individualidades deberían ser del pasado, aunque los últimos coletazos del capitalismo insisten en que no sea así. La vida compartida es el único porvenir. Conocimiento, diálogo, reflexión son términos que tienen que vulgarizarse por su uso continuado, y equiparse a comer o respirar. El futuro está a la vuelta de la esquina y no debe preocuparnos si nunca llegamos a esa esquina de forma individual sino colectiva, porque estamos en todos y en todo, incluso en ese futuro.

domingo, 10 de marzo de 2019

Ataraxia

Algo de felicidad rezuman mis poros cuando pongo música, coloco dos cojines, uno encima de otro, de forma que si los miras desde arriba puedes ver un solo cojín de ocho puntas, en la esquina de la cama donde, más tarde, pondré los pies. Y mi amigo perro, mi alma perro, sale de debajo de la cama, se da la vuelta, me mira y salta justo para hacerse un ovillo a mi lado. Con la mano izquierda le acaricio el lomo y él suspira. En breve instantes, nuestros suspiros, nuestra respiración, se sincronizan. Y no sé si es algo de felicidad o pura ataraxia.

sábado, 2 de marzo de 2019

Cuando vivo poesía

Versos que te acarician. Poemas que abren la puerta a recuerdos dormidos. Palabras que te acompañan y silencios que te besan el pensamiento. Atusándome el espíritu me encuentro cuando leo poesía, cuando vivo poesía. Camino por una selva de rimas y a mi paso salen especies salvajes de endecasílabos, metáforas terrestres y celestes, alegorías que acechan en la noche de los versos vivientes. Ya no tengo miedo pero no dejo de sorprenderme. Como los frutos de un soneto prohibido, me deleito libando de los libros en una zona pantanosa de diversos géneros. Ululan sinalefas nocturnas y el alma resquebrajada se recompone en un abrir y cerrar de versos. Esos versos que te acarician. Palabras que se estampan en la piel y calan hasta los huesos. Y silencios que hablan entre los versos.