domingo, 25 de septiembre de 2011

Visión perruna

Hoy, sin ir más lejos, he tenido una. Esta semana murió el vecino de al lado, un anciano de costumbres metódicas al que mi perro ladraba cuando salía al balcón hasta que se habituó a sus salidas. Hace varios días que ha muerto, sus familiares vaciaron el piso ayer y recogieron sus últimas cosas. Hace un rato estaba jugando con el perro en la terraza, el balón le encanta y jugamos al fútbol perruno, donde se pueden usar manos, pies, patas y boca. Le encanta este juego. Pero hoy a mitad de partido se ha parado, ha dejado el balón y ha mirado al balcón del vecino como si el viejo estuviera allí, yo no daba crédito, mi reacción era insolvente total, y él seguía mirando con la misma intensidad que lo hacía cuando el viejo vivía y salía la balcón. Se ha puesto a dos patas y a gemido levemente, ese gemido de cuestionamiento que tiene mi perro, que se pregunta y te pregunta a la vez, que te pide ayuda, que te dice, pero no estás viendo que el viejo sigue ahí, yo lo noto, ¿es que no lo notas tú? Y sí, por un momento he creído verlo, pero enseguida he meneado la cabeza para sacar esa visión de inmediato de mi realidad. Después la he querido recuperar, pero el viejo ya se había ido a freír espárragos o puñetas, o su ectoplasma había izado el vuelo, o lo que quieran que hagan los espíritus, y mi perro ha vuelto a coger el balón con sus dientes para reanudar el partido como si nada hubiera ocurrido. Hace varios días que murió el viejo, pero mi perro me ha demostrado que sigue allí, observándonos. Es el público de nuestros encuentros. Nosotros solo somos testigos de sus apariciones. Mi perro marcó un gol y el viejo aplaudió. Da cierto repelús jugar con el perro, pero ya lo superaré. O no.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Marciano amable

Un objeto volador identificado por mí, ovi para los amigos, se quedó parado flotando a mi lado con una sonrisa en sus luces y el último disco de Lenny Kravitz a todo trapo. Alguien bajó el volumen de la música y dijo: hola, somos martianos, venimos del martes, y queríamos ver como era la gente del jueves. No sé por qué entendía todo lo que me decían, sería, a lo mejor, porque me estaban hablando en español, aunque aún conservo alguna duda, en salmuera, por supuesto. Les pregunté si habían venido a invadirnos, pero dijeron que sólo estaban de paso Es más, nunca habían invadido nada ni habían atemorizado a nadie. Dios mío, por qué tenemos que estar tan equivocados los jueves en la tierra, y los miércoles, y toda la semana, y toda la gente. Me contestaron con una sonrisa de aquí te espero con la que me di por satisfecho. Los marcianos, y en concreto estos, los marcianos martianos son un trozo de pan. Les pregunté si estaban más avanzados que nosotros, y me dijeron que eso no era muy difícil, aunque tampoco era lo más importante. Les pregunté qué era lo más importante y volvieron a subir el volumen de la música. Hace varios días que se fueron y todavía puedo escuchar a Lenny. Es verdaderamente increíble, aunque, también es verdad, que hace más de un mes que me compré el disco. Desde entonces, desde el día del avistamiento, sigo viendo ovis por todas partes. Mi padre los llama moscas.

domingo, 18 de septiembre de 2011

La vida es dura para las amebas on Twitpic

La vida es dura para las amebas on Twitpic
La nueva novela de J.P. Weling la puedes encontrar en la web de pasionporloslibros http://issuu.com/pasionporloslibros/docs/la_vida_es_dura_para_las_amebas/1

viernes, 16 de septiembre de 2011

Maneras de escribir

A la hora de escribir no pienso en qué dirán, pienso en la vida. Porque la escritura, involuntariamente o no, me crea, como diría aquel, forma mi circunstancia, a medida que escribo me voy construyendo. Ya no soy el que era hace dos líneas, e incluso en esta misma línea en la que me encuentro, no tengo la menor idea de dónde voy a ir a parar. En cualquier momento todo puede cambiar y, de repente, volver al mismo lugar. Así es la vida, como una rotonda, como los tumbos que voy dando, los rodeos a los que os someto, entras por un lado y, si te despistas, sales por el mismo. ¿Para qué has ido entonces? ¿Por qué vivimos? Las rotondas de la vida son los ciclos del retorno, eterno o no, pero siempre vuelve. A la hora de escribir no pienso en qué dirán, pienso en la vida. ¿Adónde me llevará mi pluma? Adonde escriba. Ella dirige, ella domina, ella es la que crea mi vida. Cada palabra es un pálpito, una sacudida, un trozo de línea discontinua en esta carretera narrada, donde las frases te crean a ti y a mi de la nada. Porque esa vida que crees vivir, si no está escrita, no es nada. Las ideas se pierden, los recuerdos se borran y, de pronto, aparecen de nuevo en cualquier rotonda, en la página en blanco se plasman ahora. A la hora de escribir pienso en la vida, digan lo que digan.