martes, 28 de mayo de 2013

Al lado

Tras varios años de estudio y muchas investigaciones, hoy, por fin, he decidido lanzarme a la aventura y descubrir, de una vez por todas, lo que tengo al lado. Conozco mis gustos y deseos, no todos, pero sí muchos; me conozco a mí mismo, no totalmente, pero sí en profundidad. Y ahora quiero lanzarme de cabeza a mi alrededor, conquistar mi entorno, saber qué tengo al lado, si, tal vez, coincide con lo que he estado buscando siempre en la lejanía. Despertar mis sentidos dormidos a lo cercano, palpar los mundos de al lado, percibir al cien por cien lo que me rodea, no pasar nada por alto. Leer el aura, acariciar el halo, dejar que mi espíritu se aposente al lado, charlar con él, de lo divino y de lo humano. El viaje más enorme se hace en silencio, el trayecto más largo es estar parado, percibiendo, meditando, descubriendo el enigma de al lado. Sentir el flujo de todas las ondas, ser partícipe de todos los átomos, notar el peso del aire que respiramos, besarte con el pensamiento como si estuvieses al lado.

domingo, 26 de mayo de 2013

Roma : recuerdos

Sábado 15 de agosto, llegada a Roma, la entrada en autobús desde el aeropuerto de Ciampino me recuerda a las poblaciones costeras españolas en invierno con la suciedad multiplicada por diez. Pero la sensación incluye algo más por el mismo precio, porque parece que hayas retrocedido en el tiempo, como si la modernidad de Roma se hubiera quedado estancada en los 70. Una vez estás en Roma da la sensación que los turistas de todo el mundo traen la basura de sus respectivos países y la distribuyen con toda delicadeza por la ciudad, a cambio se llevan regalos y recuerdos y muchas fotos; algunos, amablemente y, porque no decirlo, sin querer, dejan también sus carteras. Hábilmente o no, mujeres de aspecto agitanado, pero distinto al español, conocidas aquí como 'zingari', a veces te abordan con el mayor descaro de tres en tres, alguna con un niño de meses en el regazo y te manosean los bolsillos por la parte interior, como si los conocieran de toda la vida. El turista tonto se sorprende de tanta confianza, el no tan tonto chilla, el listo esquiva; aunque tienes otra opción, que se está extendiendo mucho, que es, nada más te abordan, le sueltas un guantazo a una, y este toque mágico es como el repelente de los mosquitos, las ahuyenta a todas ipso facto, aunque, todo hay que decirlo, vociferen un poco, y se pregunten en voz alta que por qué haces esto cuando ellas sólo querían robarte con todo el cariño del mundo, porque eres un turista, y su afición, tan altruista, es robarles a todos a cualquier hora y en cualquier pista. Me encontraba tomando el fresco en el Giardino del Quirinale; había subido por Via Serpenti y estaba empapado en sudor. Roma era hermosa, pero en estos días, sin dejar de ser bella, se había transformado en una sauna gigante bien hermosa y sudorosa. Infestada de turistas, era común ver a estos seres, ensuciando con una lentitud propia del abotargado del mundo, que consuveranea o veranea en su consumo, mientras sudaban en grupo. Si algo se había globalizado (no me gusta mucho usar esta palabra, pero aquí pega mucho pues ensucia el texto de alguna manera) en Roma era el sudor. Había comido en La Taverna del Fori Imperiali donde, al salir, hice una foto al gato más maravilloso del mundo: uno negro y tuerto. Aunque era un poco cabrón, era lo mejor del restaurante, y no era tan feo como uno de los camareros, que parecía ser uno de los hijos del dueño: el patito feo que nunca se convertiría en cisne. El gato era increíble, pero tenía una mirada de pirata dulce retirado y entrado, tanto en años como en kilos, aunque, curiosamente, lo vi salido y al salir. Imaginad si me sentó bien el encuentro con el gato tuerto, que aún tengo ganas de jugar con las palabras en vez de estar eructando en la siguiente tanda de monumentos a visitar, más que nada para no desentonar con el resto de turistas. Domingo 16: Visitando el Coliseo, durante unos instantes, todo el mundo, tal vez sólo sea el tiempo que dura el click de tu cámara de fotos digital y tal y tal o no, todos, todo el mundo se siente un gladiador; el guapo, el feo, el señor, la joven chinita, mi amor, no sé qué tiene, pero en el Coliseo todos se sienten mejor. No dejas de sudar, pero parece ser que sudas heroicidad, la sangre te hierve, será el calor, pero en el Coliseo siempre es mejor. Además, justo detrás, encontré conexión internáutica. A la sombra del Coliseo, decía un cartel hirviendo iluminado por el sol. Puro cachondeo, pensé, pero es que estaba en el Coliseo, y es que aún perdura el humor del bendito gladiador que mientras muere te cuenta su chiste mejor. El espectáculo continua y las ruinas del Coliseo atraen más público que todo entero. Dentro de unos años habrá más turistas que piedras, porque las piedras se erosionan y los turistas se fusionan, se multiplican y salpican Roma. Llegará un día en que Roma será una masa de turistas flotando en el espacio que antes habitó una ciudad. Miércoles 19: Podía haber sido un día para pasear sin turistas. Podía haber sido un día tranquilo, para hacer una siesta romana, para hacer lo que me diera la gana, incluso para no tener sexo. Podía... Viernes 21, día especial en Latina, la ciudad donde vive Pablo, a unos sesenta kilómetros de Roma. Conocí a su madre, una gallega viajera, que ha pasado casi toda su vida entre Venezuela e Italia, y hace unos tallarines y un pollo con piñones muy buenos que ella tiene la humildad natural de llamar comida normal. Domingo 23: Hoy es el día que mejor he comido; ha sido en I Diavoletti, en la Via Urbana 56/57. De primero, un risoto espectacular, cremoso y muy gustoso; de segundo, filete di maiale con verduritas; sí, con verduritas o verduricas del tiempo, porque no me acuerdo como se decía en italiano y de postre un tiramisú buenísimo, para chuparse los dedos y algo más; sobre todo la cuchara. Lunes 23: Hoy me he despedido de Pablo. Hemos cogido el metro desde su trabajo hasta la estación de Termini y, como teníamos que esperar una hora, hemos dado una vuelta mientras él tomaba helado y yo agua fresca. Cuando iba a subir al tren para Latina, la ciudad en donde vive, me ha dicho que me había comprado un regalo. Nos abrazamos y nos dimos un par de besos de despedida. Cuando llegué al hotel para descansar, me di cuenta de que el regalo era la película Vacanze romane, con Audrey Hepburn y Gregory Peck. Cuando Pablo me llevó a ver 'la boca de la verdad', no paraba de hacer referencias a la escena en que Gregory Peck simula que la boca le ha comido la mano, porque, según la leyenda, si los enamorados van a ver la boca, si metes la mano y no estás enamorado, la boca se cierra. Martes 25: Hoy parto de Roma. Día exclusivo para autobús, aeropuerto y avión. De cafés caros, de váteres sucios, de gente con maletas y prisa, de confusiones y aglomeraciones, de empujones y perdones, y, en definitiva, de un único pensamiento: no me toques los cojones. Pero también es un día para el recuerdo, un día para que la amistad hecha repose, para pensar en las personas que he conocido: en Pablo, en Francesco, en Purita y en todas las cosas y pensamientos relacionados con ellos. En la manera de hablar italiano de Pablo cuando junta las yemas de sus dedos de su mano derecha mientras la agita de adelante atrás, en su forma de sacar la lengua cuando le hago fotos o le grabo en vídeo, en su maravilloso regalo, la película de Vacaciones en Roma, con esa famosa escena que me explicó mientras visitábamos la Bocca de la verità. En la comida de su madre, Purificación, Pura, Purita, tan buena y rica; en su humildad, en su sensibilidad a flor de piel. En la casa de ambos en Latina, situada entre la estación de trenes y la ciudad, preciosa, la casa que siempre he soñado, a la que sólo le faltaba el perro para ser la casa ideal. En Francesco, el compañero de trabajo de Pablo, y sus maravillosos ¡mmmmmmmmmm!, que tanta gracia nos hacían, sobre todo cuando lo imitábamos y él no estaba. E incluso, por qué no, en los zingari que actuaban en el metro robando carteras a turistas ingenuos y confiados que, involuntariamente, te hacían estar alerta cada vez que agarrabas (así es como lo dice Pablo) el metro. Y también en el té San Benedetto que tanto me gustaba beber cuando iba a conectarme detrás del Coliseo, siguiendo mi vieja costumbre de chupar banda ancha esté donde esté, porque internet debería ser gratis; tal vez yo sólo sea un zingari de la web, zíngaro en la red; bonito título para un cuento.

jueves, 23 de mayo de 2013

Menhir

Tengo uno en mi jardín, para que el sol no me deslumbre y pueda verte venir. Allí medito a la sombra mientras contemplo la luz. Y escucho mi voz, mi corazón y mi respiración, y los hago tuyos, y es, casi casi, un encuentro, donde la tristeza se disipa y la mirada se profundiza tanto que atraviesa la realidad y el corazón despierta y accede a la libertad soñada. Con la espalda apoyada en mi lindo menhir no me hace falta verte venir para sentir tu presencia, y no son los pensamientos que tengo de ti lo que veo, sino a ti mismo. Hay algo mágico en el jardín cuando estoy junto al menhir, no importa la vida o la muerte, pues siempre te veo venir. El esplendor del instante te trae hacia mí y, sin dudarlo, pienso: esto es ser feliz.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Textura de sueño

En principio una tarde como otra cualquiera. Cerré el libro que tenía en mis manos y la música, Iván el terrible de Prokofiev, invadió mi entorno, se anexionó mi cuerpo y plantó su bandera de acordes y melodías en mi cerebro. Y la tarde anodina se transformó en emocionante. El viento comenzó a dar vida al paisaje rutinario que me ofrecía la ventana de todos los días. Las nubes me observaban desde el cielo. La ropa tendida en el edificio de enfrente y un par de cortinas me saludaban amistosamente. La cotidianidad estaba a un paso de la ensoñación: la vida había adquirido textura de sueño. Los violines manejaban el ritmo de mi corazón; primero lo agitaban como las olas de un mar enfurecido a un barco perdido y solitario y, después, lo dejaban en calma chicha, cantando una nana a media voz que sosegaba mi alma embravecida. Perplejo, veía bailar a los árboles; todo se regia por la música que estaba escuchando. Sin moverme del sitio, atravesé la ventana y me convertí en el pájaro que me estaba observando. Comencé a volar. Podía ir a cualquier parte, ir en tu busca, abrazarte y no soltarte jamás. Dejé de agitar las alas y me fui planeando al interior de mi corazón. Tu sonrisa me dio la bienvenida. Y, sin moverme de la silla, todo era dicha y alegría. Terminó el disco y pensé: esta es mi vida.

domingo, 12 de mayo de 2013

Conociéndome

Hoy domingo me he percatado de que mi soledad no es tal; este aparente aislamiento voluntario resulta ser ficticio. Las lecturas me proporcionan parte del conocimiento de seres maravillosos y geniales del pasado. Escucho música clásica y las emociones de los compositores renacen a través de mis oídos y se aposentan en todo mi interior. Por otro lado, la modernidad internáutica me proporciona amistades en todo el mundo; amigos que, con el tiempo y algo de suerte o coincidencia, consigo ver en persona y estrechar entre mis brazos; amigos que jamás veré en persona pero que, siempre, y al igual que los que conseguí abrazar, tendrán su espacio en mi corazón. Cada amigo es una pieza esencial en este puzzle de amor y amistad. Y yo, gracias a todos ellos, soy mejor persona, aunque, tal vez, sólo se dé cuenta mi aparente y ficticia soledad. Pero como digo, hoy es domingo y creo que me conozco un poco más a mí mismo. Néstor, mi perro, me lame y, con sus ojos, me dice: creo que hoy sabes distinto. Y así debe ser pues mi corazón está lleno de amigos.

jueves, 9 de mayo de 2013

La magia de la armonía

Desde donde empieza mi memoria hasta hoy, siempre he tenido deseos. Y, desde que empecé a vivir, todos los días han estado llenos de acciones. Pero la frecuencia en que esos deseos han estado en armonía con las acciones ha sido leve. Así que si encuentro un mago escondido dentro de una lámpara maravillosa o de un armario empotrado o, qué se yo, en la cola del paro, o tal vez, todo podría ser, pidiendo limosna en cualquier esquina, cada día menos improbable, por cierto, pues como digo, si me encuentro al pobrecito mago, sólo le solicitaré armonía. Pero no de viva voz, sino con la mirada, con una sonrisa, porque quiero la mágica armonía. Algo en mi interior busca su sitio. Me miro en el espejo y veo una sonrisa. Me enfundo la chaqueta, pongo todos mis deseos en los bolsillos, no son muchos, pero sí los suficientes, y salgo a la calle en busca de acción, no, perdón, en busca de armonía, la acción ya la estoy llevando a cabo. De la puerta de mi casa a la siguiente esquina no hay ni cien metros, ni diez árboles, ni ocho ni seis pobres pidiendo limosna, sino siete. Busco monedas en los bolsillos de los deseos y deseos en los bolsillos de las monedas, lo mezclo todo y, como siempre, me hago un lío, y todo sin dejar de caminar, y me digo a mí mismo que en cuanto consiga sacar unas monedas se las daré al pobre que tenga más cerca. Llego a la esquina, no son ni cien metros, pero es toda una vida, no hay ni diez árboles pero hoy, no sé por qué, veo un bosque de alegría. Es el séptimo pobre. Me mira. Sonrío. Le doy las monedas y recibo la magia de la armonía.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Lo natural

Para empezar, no estar triste. Levantar la vista y, como sin querer, buscar en el horizonte la compenetración del mundo. Esperar, sin ninguna pretensión, hasta oír el silencio y la música del universo. La voluntad aporta el noventa por ciento de la felicidad; el otro diez por ciento, se consigue al compartirla. El corazón nos marca el ritmo y nuestra alegría, como es natural, debe crear la melodía. Poco a poco se irá generando un movimiento único, un baile vital, dulce y loco, divertido y atrevido, y, sobre todo, natural. Con la música y el baile de nuestra parte, sólo falta la pareja. La mente la proyecta, el corazón la esculpe, la esperanza la transporta y, como siempre, lo natural, a veces sencillo, a veces fenomenal, te recompensa con ese doble corazón que tu alma piensa. Para empezar, no estar triste.

martes, 7 de mayo de 2013

Entre las nubes

Sumido en mis ensoñaciones permanezco mientras mis ojos apuntan al cielo. Las nubes pasan de puntillas. Un coro de querubines susurra en el viento una melodía infinita. De la vida la armonía se asoma en mi mirada y un acorde de amor se aposenta en mis labios cuando, entre las nubes, apareces, como si tal cosa, dibujando besos que tus labios me regalan. Sonríe mi corazón pues la ensoñación me mantiene a tu lado. Tengo la mente libre en un cuerpo esclavizado. Chasquidos de realidad diluidos por el momento divino que imagino. Sumido en mis ensoñaciones me abrazo a una nube que tiene tu nombre. Me desnuda el ensueño y nos amamos como nadie se ha amado. Una lágrima con tu sabor se cuela en mis labios. Entre las nubes te veo y en mi regazo te guardo.

lunes, 6 de mayo de 2013

Presente

La gran maestra, la vida, me susurra a través de un pensamiento que nunca voy a saber la verdad; tal vez pueda aproximarme y a lo mejor consista en eso mi vida, siempre recorriendo un laberinto de conocimientos que hacen brotar nuevas dudas. Las preguntas se acumulan en el presente. Los cimientos del pensamiento no son tan firmes como creía y, por extraño que parezca y tras pensarlo con detenimiento y generar más dudas, eso me hace feliz. La verdad es extraña, huidiza, cambiante; pero de la misma manera que no conozco la vida y la vivo, la voy conociendo en el presente, podría no saber la verdad pero disfrutarla o vivirla. No sé si me explico, pienso a veces; no hay quién le entienda, dicen algunos; para qué sirve todo esto, se cuestionan otros. Todo es tan distinto sólo porque todo es verdad. Y esa es la principal cuestión, el legado de la vida, la verdad no puede saberse porque está en constante evolución, como un niño, como una flor, como el amor. Crece, se expande, la esencia provoca recuerdos, no es más que el motor de la vida, el amor, la verdad contenida que fluye en una mirada, que surca los cielos en una ilusión, que se alimenta de una esperanza, que se aposenta en tu corazón. La verdad es la vida, la verdad eres tú: mi amor.