domingo, 29 de diciembre de 2013

¿De qué están hechas las estrellas?

De almas entrañables y familiares, de seres queridos que dejaron la vida para iluminarnos en la noche, para acompañarnos en la soledad. ¿Es posible que ciertas nubes contengan el agua de sus cuerpos? No sólo es posible, es seguro. Y cuando llueve y esas nubes mojan nuestros rostros, los recuerdos más hermosos se reviven en nuestro pensamiento. Su amor cala en nuestros cuerpos. Sus sonrisas, sus caricias, todo lo más enriquecedor de sus vidas perdidas, es ahora nuestro. La energía de la vida es compartida. Su energía se transforma y ahora es nuestra energía, es la nube que nos moja y da alegría, es la estrella que brilla en nuestra noche, es la guinda y es el broche, de nuestra felicidad presente, de nuestros cuerpos y de nuestras mentes. Ese brillo estelar que penetra en la mirada y sosiega el corazón, que acaricia las entrañas y te hace sentir mejor, es la sonrisa materna que esta ilusión hace eterna, es comprender que los amigos perdidos son como ángeles, almas que revolotean a tu alrededor, que te atraviesan como el olor de una flor, que, a pesar de todo, siempre estarán contigo, fragancias de campo que te envuelven y te explican desde dentro que con la muerte nada se pierde, que la vida se renueva, que si algo de verdad es perenne en esta vida es el amor. De eso están hechas las estrellas y, en un futuro, de tú y yo.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Una noche de invierno

Sin saber por qué, me dije a mí mismo: tengo que encontrar la primavera. Tal vez no toda entera, pero me conformo con hallar cachitos sueltos, dispersos por el frío invierno. Y salí a la calle. La ilusión dibujada en mi sonrisa era ya un gran augurio. Caminaba expectante entre una multitud encogida por la falta de grados. Mi corazón ardía, latía deprisa y con furia; en mi corazón, sin duda, era ya verano. Este pensamiento me provocó la risa y, a la vez, otro pensamiento, que fue que las estaciones no están tan separadas como creemos, sino que están entremezcladas. Un coche rojo lleno de mulatos pasó cerca de mí con las ventanillas abiertas por donde salía una música recalcitrante y pegadiza a la vez: era el otoño. Está de paso, echando un vistazo, despidiéndose hasta el año que viene. ¿Y la primavera? Les pregunté antes de que se perdieran en la niebla. Y el copiloto me dijo cantando, busca dentro de ti hermano, tal vez la primavera esté hibernando. En mi corazón no podía estar porque allí era verano. En la calle tampoco, porque allí estaba el invierno helándote las manos. ¿Y si el otoño estuviera equivocado? De repente un niño pasó a mi lado con una flor, o tal vez estuviera yo soñando. Di rienda suelta a la imaginación y la flor del niño se multiplicó como por ensalmo. La noche se fue disipando, y lo que en un principio parecía un balón, se fue agrandando, y era el sol brillando. Entonces comprendí que el otoño tenía razón, que la primavera hibernaba en mi imaginación. Y sonreí como un niño en una noche de invierno, con un corazón de verano, y en las palmas de mis manos vacías seguí con la primavera soñando.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

La república

Del amor. Donde no hay súbditos ni monarcas. No hay nadie con más amor o más alegría pues por todos es compartida. La vida feliz, de todos, es la principal filosofía. La eternidad ansiada, la eternidad querida, es el presente, la vida de todos los días. Ama hoy y ahora en la república del amor y amarás eternamente, amarás mejor. El futuro se construye con abrazos y caricias presentes. En la república del amor, por el bien de todos, no hay símbolos sino argumentos. La fuerza está en los corazones. Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para el amor. Busca en tu corazón, comparte tus alegrías, sé feliz, solo y en compañía. Ama tu respiración, cada paso que das, cada flor que ves, cada sonido, cada sensación, de calor o frío. Ama el presente, sea soleado o lluvioso. Cierra los ojos y verás la república del amor en tu interior.

martes, 17 de diciembre de 2013

Dedos que no ven, corazón que siente

Tal vez sea debido a mi lado femenino o, lo más probable, a la herencia materna impagable, el que prefiera amarte sin sexo que tener sexo sin amarte. No entiendo por qué pero estoy plenamente convencido de que mi amor procede de otro mundo. El amor me acompaña desde siempre. De niño el deseo encendía mis mejillas, era un juego, un pasatiempo en soledad, una emoción que hervía, un sentimiento a hurtadillas. Un cúmulo de fantasías y recuerdos ancestrales se mezclaban en mi cabecita entre algodón dulce y canicas de lindos cristales. Sin haber nacido amaba y, sin conocer el sexo, el deseo era tan intenso que la fiebre, a pesar de todo, me calmaba. El amor es la aporía de mi vida, por lo menos de la que tengo hoy en día. Cómo explicar lo que siento cuando he perdido las palabras, olvidado expresiones, confundido idiomas, almacenado cuerpos, sexos y deseos en una misma mente que borra y destruye recuerdos de otras vidas que renacen con el mismo amor de todos los días. Esta aporía es una explicación sin sentido, pero es lo que siento, es el amor que llevo dentro, el amor de todos los tiempos, es la fuerza de mi debilidad, el pacifismo que lucha, el silencio que instruye, es el amor que va al encuentro el mismo amor que huye. Está todo tan claro que no veo, es también confuso pero es lo que siento, es así mi amor y es tuyo. Es un querer intenso, una caricia en otro plano, tal vez sin tan siquiera mano, pero caricia pura, porque la siento y perdura. Puedo poseerte en sueños. Sé que estoy dentro de ti porque también te siento dentro. Si me miro te veo, si me toco te siento, si me chupo tu sabor descubro. Amor puro, locura infinita, dedos que no ven, ojos que acarician, excitación suprema, no sé dónde estás pero mi corazón te siente. Hierves en mi sangre: dormiré caliente.

viernes, 13 de diciembre de 2013

La quitaesencia

Del amor se genera en mi corazón y se proyecta en mis ojos en diminutas partículas que llevan tu nombre. Nuestros sentimientos volátiles buscan la armonía requerida entre cuerpo y alma, entre tu nota y la mía, entre nuestras alegrías fundidas: dos seres creando un inmenso placer: compartidas caricias: generando nuestras albricias. Soy el artesano de tus sentidos, el creador de tu sonrisas, soy tu luz y soy tu brisa. Eres un pequeño escalofrío en lo más profundo de mi ombligo. Soy la gota de sudor que te hace sentir mejor. Eres las preciadas cosquillas que siento por mis orillas: mi gloriosa maravilla. Soy la espuma y tu la ola, soy la arena de tu caracola. Y juntos somos el sol, y somos nube, y somos cielo. Y somos todo lo que queremos. Soy el arcoíris que te seduce en mi sueño. Y tú eres mi propio sueño.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Todos los días

Se me ofrecen veinticuatro horas para sonreír. Cada hora tengo sesenta minutos para ser feliz. Cada minuto tiene sesenta segundos para aprender a vivir. Y en cada segundo puedo pensar en ti. Pensar en ti, mi amor, y sonreír. La sonrisa me hace revivir los maravillosos recuerdos que viví. Renace así la felicidad que, asombrosamente, vuelvo a vivir en la actualidad. Todos los días despierto con un único plan: amar. Y la mejor manera de compartir el amor es con sonrisas. Voy saltando de charco en charco, si hace falta, si así consigo hacer brotar tu sonrisa. Y si más feliz te hace que de nube en nube sean mis saltos, pues eso hago. Tengo veinticuatro horas para hacerte feliz cada día. Tengo un millón de sonrisas que son la misma que cada día te regalo. Tengo mi amor a flor de piel cuando estoy a tu lado. Y al verte mis ojos sonríen. Y mi alma es feliz solo de tenerte en el pensamiento. Cuando canto eres la voz, cuando escribo eres la alegría del párrafo, cuando respiro, el aire que sonríe a mis labios. Es tu sabor el que siento en mi aliento y sonrío de puro contento. Y cuando me siento perdido sonrío como un crío en medio del llanto y disipo el espanto de no estar contigo. Tengo toda la vida para hacer sonreír a mi corazón a cada instante. Tengo tu sonrisa en mis labios. Tengo el beso y el abrazo, y tu felicidad en mi regazo. Y todo lo que tengo es tuyo y con amor te lo mando. Todos los días.

martes, 3 de diciembre de 2013

La hora

De analizar mis creencias ha llegado. Debo comprobar si sufro este síndrome tan extendido del autoengaño. Si mi forma de vida no está en armonía con mis creencias es que padezco el síndrome. ¿Y podría consolarme diciéndome que todo el mundo lo hace? Sí, podría, pero no haría más que corroborar el autoengaño. Y por qué tiene que llegar la hora, dirán algunos, de analizar ninguna creencia; dejemos las cosas como están. No, no se puede. La hora siempre llega. La hora de la verdad. La hora de la muerte. La hora de conocerse a uno mismo. La hora no se puede esquivar. No se puede huir siempre de la hora. ¿A qué hora llega la hora? La hora de la hora llega cuando estamos preparados. Esto puede resultar absurdo, pero no hay una hora en común para la hora. Yo, sinceramente, creo que mi hora ha llegado. He de creer conforme a lo que vivo o, lo que es lo mismo, de mi forma o arte de vivir han de salir mis creencias. Por eso, aunque la nada me inunde, la nada amaré. Creo en el amor y también en el absurdo y con ellos en armonía viviré. La hora ha llegado.

domingo, 1 de diciembre de 2013

La música de los recuerdos

Es de lo más variada. Es la auténtica máquina del tiempo. La misma tonada te lleva desde el presente al pasado, los mismos ritmos te salpican de futuro. Uno se ve crecer en las melodías; la música de los recuerdos, como el aire, son mis amigos y me acompañan todos los días. Y, qué curioso, la música clásica es la que más al futuro me lanza, es la música que genera recuerdos antes de tiempo. La música inunda el paisaje y todo lo habita, pero a la vez es una ola que también es tiempo y que me zarandea con su vaivén, por eso el pasado vuelve entre notas, con armonías de futuro, dando ritmo a un presente que agoniza y no se agota. La música de los recuerdos me transporta igual que al derviche su baile, y a la vez que me pierdo me encuentro. Es un viaje interior donde el mareo te lo provoca estar quieto. El cuerpo está parado pero el corazón da un vuelco. Las emociones palpitan. Los recuerdos hablan, giran, bailan. La ola del tiempo me envuelve y la espuma musical me recuerda quién soy y de dónde vengo. La música del recuerdo, sin yo saberlo, me dice también a dónde voy, a dónde llegaré si consigo ser el que siento.