domingo, 25 de julio de 2021

Tú eres como mi casa

No es de propiedad, es alquilada, para ser cuidada y disfrutada durante un tiempo. Cuando la vi por primera vez me pareció fantástica. Todo me parecía bien. La veía con ojos de futuro, lleno de ilusiones, imaginando qué pondría y dónde, disfrutando de mis ensoñaciones; la veía con ojos de enamorado. Una vez dentro, ya viviendo allí, con la casa llena, empecé a percibir sus defectos. Sus espacios no coincidían a la perfección con mis muebles y, debido a ello, tuve que cambiar algunos y reposicionar otros. También me percaté, al cabo de más tiempo, de varios defectos de la casa: las cuerdas del tendedero no estaban tensas y sus barras de hierro estaban cediendo y se habían inclinado hacia abajo, lo que provocaba la distensión de las cuerdas mencionada y que me tuviera que inclinar demasiado para tender las toallas. La casa era de habitaciones amplias pero de entrada estrecha. Por eso mis ilusiones fueran grandes pero la realidad más pequeña. El botón de encendido de la lavadora se quedó atascado el primer día que la puse en marcha. Tuve que desatornillar la tapa encimera para volver a ponerlo en sus sitio y para poder ponerla en marcha las veces posteriores. Todas estas anomalías que me enfadaron ahora me hacen gracia, no sé que haría sin ellas. Disfruto de todas las imperfecciones de mi casa y sé que ella también tiene que aguantar las mías. Por eso te digo que tú eres como mi casa.

martes, 20 de julio de 2021

La conversación

Qué delicia de conversación donde encontramos el estéreo del silencio. Nuestras frases intercambiándose la ropa, tus palabras aposentándose en mi paladar y, las mías, zigzagueando entre tus dientes. Aún recuerdo cómo comenzó: miradas de soslayo, pálpito acelerado, cruce de miradas, primero involuntario y luego algo más que buscado, no parar de mirarse, sentir la espesura de la intensidad mirada: así, así te conocí, sin palabras. Más tarde un dedo estableció el contacto; un pequeño sobresalto, dos roces más, y un abrazo camuflado. Unos labios que se encuentran sin querer queriendo, dos bocas desbocadas y, en el suelo, un charco de párrafos mezclados. Después de unos besos, mi verso enhiesto queriéndote recitar todos los poemas del universo. Qué delicia de conversación, caricias llenas de conocimiento, besos en expedición, nocturna y diurna, sin darme cuenta, ya eras el protagonista de mis pensamientos que querían envolverte, dibujarte y ser tu lienzo, y tú nadabas alegre dejando una estela en todos mis sentimientos. Qué delicia de conversación: un susurro de te quiero.