jueves, 25 de febrero de 2021

El plan

Cansado de pensar y llevar planes a la práctica con un éxito absolutamente invisible, aunque más que invisible diría abortado, maltrecho y deforme, me decido por mi nuevo plan, si es que puede llamarse así, de no tener nada previsto. Colarme por las grietas del tiempo y descubrir el gran aliciente de sentirme completamente perdido en un presente que, si te fijas bien, lo tiene todo. En el centro de lo incierto nace el misterio. La banda sonora me la sugiere el ordernador, suena una melodía de jazz a través de una trompeta que me lleva de la mano, pero vamos dando saltos, tal vez de nube en nube. Leo un anuncio, hago un test y una de las preguntas me conduce a un libro que me mira desde la estantería. Empiezo a leerlo. El nombre de la protagonista me recuerda a una amiga. Busco una foto que tengo con ella pero me doy cuenta durante la búsqueda que hay mucho polvo en las estanterías y en ciertos muebles. Me pongo a limpiar. Me canso. Decido tumbarme. Estoy con los ojos abiertos mirando el techo, o por lo menos eso creo, y comienzo a ver siluetas en las manchas, figuras en las sombras, relatos en los claroscuros. No sé si estoy dormido o solo contento de cierto ajetreo pausado que me tiene intrigado y entretenido. Intento reanudar la lectura pero se me cruza el perro y me mira como cuetionándose algo. Su mirada habla. Le contesto que bueno, que dejaré la lectura para otro momento y que después de perderme un rato más por los vericuetos de lo desconocido, iremos a dar un paseo, en busca de una aventura, por un nuevo recorrido que escogerá él en todo momento. Me sigue mirando y sonríe.

martes, 23 de febrero de 2021

El triunfo

Desde pequeño me dijeron que para triunfar en la vida hace falta dedicación, mucha voluntad, tener padrinos y también suerte. Estudiar, tener un buen trabajo y una familia es un triunfo relativo. El triunfo también depende de dónde estés, de quién te rodees. Hay gente que mide el triunfo con las envidias que genera. Otros, la única forma que tienen de medirlo es con dinero. Pero el tiempo va pasando y te vas desengañando. Las veces que más dinero he tenido, supuestamente mis épocas de mayor triunfo, son las que me he sentido más solo. También he estado en el otro extremo, con muy poco dinero o sin nada, pero con mucha gente a mi alrededor. Ahora, en cuanto a dinero, estoy en un punto que podríamos denominar aristotélico, en un punto medio, aparentemente lo justo para existir con cierta dignidad y placer. No tengo a mucha gente a mi alrededor, pero no me siento solo. Comparto mi vida con un perro; tiene ya once años y está un poco enfermo. Pero estoy acostumbrado a cuidar de los demás. Tal vez el triunfo sea valerme por mí mismo. Ir a trabajar, llegar a casa y hacerme la comida que me gusta, disfrutar comiéndola y también después, cuando mi cuerpo la digiere. Hacer una pequeña siesta, si se tercia; tomar café o un té verde, disfrutar de la lectura y de la música, escribir un poco, pasear con el perro y preocuparme por él. He ahí mi triunfo. Un triunfo que disfruto a diario, que nadie me envidia pues no creen que sea un triunfo. Un triunfo que no se mide con dinero. Ese es mi triunfo, un triunfo verdadero.

lunes, 15 de febrero de 2021

Decir lo que se siente

Por lo menos a uno mismo. A los demás, no siempre. A veces no se entiende, pero a uno mismo hay que decírselo siempre. Es la única manera de conocerse. Es lo que siento y me lo digo, así lo siento. A veces me descubro a mismo en las acciones deplorables de los demás y siento que me disgusta porque yo no creía ser así hasta que me vi en otro. Otras veces descubro mi auto engaño, aunque me cuesta mucho tiempo, cuando me identifico con las acciones maravillosas de los demás y me digo a mí mismo que yo también lo haría, cuando sé que nunca se presentará esa situación y, por tanto, jamás sabré como respondería. O tal vez si lo sepa, por lo menos algunas veces. Sobre todo en las situaciones de tensión suelo paralizarme cuando ocurren por primera vez; no me gusta que mi respuesta sea esta, pero si lo digo es porque así lo siento. Con el amor me ocurre lo mismo. Muchas veces no desvelo mi amor por vergüenza, por no romper una amistad; otras, sin embargo, no tengo cautela, y enseguida amo y lo digo y suelen asustarse de la rapidez de mi respuesta, pero es lo que siento y debo decirlo. Casi siempre me equivoco en el amor, tanto al callarme como al desvelarlo, y un sentimiento de duda profunda me embarga. Pero, algunas veces, muy pocas, mi respuesta funciona, y el amor avanza, se asienta y se descontrola, com debe ser en el amor, momentos de calma y de sacudidas, excitación y relax. Y cuando esto ocurre, siento miedo, sí, he de decirlo, así lo siento, miedo a perder el amor que tanto me costó encontrar, que tanto me costó descubrir y hacerlo ver en los demás. Decir lo que se siente diría yo que es lo apropiado pero a veces no se entiende.

domingo, 14 de febrero de 2021

La vida a examen

Cada cierto tiempo deberíamos examinar nuestras vidas. Olvidarnos de los demás y enfocarnos en nosotros mismos; la crítica, principalmente, tiene que ser propia. Dejar victimismos infantiles y alabanzas chabacanas a un lado, y examinarnos, un verdadero examen, donde el orgullo no tiene cabida porque no tiene ni valía ni poder. Un examen de conciencia, una pequeña meditación personal definitiva y definitoria. Y tras el examen, comprobar nuestra situación personal, ver los cambios que debemos realizar para una mejora. Comprobar, in situ, que la puesta en marcha de esos pequeños cambios personales hacen mejor el mundo. Un examen de la vida donde las críticas que realizamos a los demás a diario nos las hemos hecho a nosotros previamente. ¿Qué fundamento tiene la crítica de algo que practicamos? Dudar a cada instante de nosotros mismos, de nuestras respuestas, de nuestras acciones, de la discordancia entre nuestro discurso y nuestras acciones. Porque la vida está llena de distracciones, de automatismos, de costumbres no pensadas, de respuestas imitadas, de incoherencias que ocultamos bajo una alfombra imaginaria que nos ayuda a sentirnos mejor cuando nos miramos al espejo, pero que nos decepciona cuando alguien la levanta y nos descubre quienes somos verdaderamente. Por eso la vida a examen no es más que la ayuda para descubrirnos, para avanzar en la mejora, para curtirnos, para ser nosotros mismos y no un personaje ficticio que vendemos a los demás con sonrisas enlatadas, con problemas agrandados, con pequeñas falsededas que hemos ido transformando en realidades en nuestro oculto laboratorio del auto engaño. El examen de la vida como una ducha liberadora de impurezas, como combustible interno que nos da fuerzas para ejercer el verdadero sentido de la vida.

sábado, 13 de febrero de 2021

Cuando un día podría ser una vida

Gozando de la atemporalidad musical me encuentro, en una tarde que ha pasado de anodina a semiplacentara. Los muertos me visitan. Va a ser un san Valentín diferente, espiritual, lleno de espíritus, recuerdos danzando conmigo, deseos que se encarnan, ah, oh, ah oh, ah oh... Qué bonitos son los días normales, donde lo más que se puede resaltar son los pequeños detalles: tal vez una visión, ancestral o no, un pequeño gesto, incluso propio, por qué no. Hoy, ahora, veo que todo está en mí. Todas las maravillas y todo lo que deseo, el universo entero. Y pienso que la vida puede estar contenida en un día. Y también, que la celebración no merece solo un día, sino una vida. Todo es tan extraño, sobre todo cuando, de repente, se presenta de una forma tan clara que te abruma. Sin duda no estamos acostumbrados a la clarividencia, por lo menos yo no. Pero la recibo con humildad y la asumo con paciencia. En esta vida diaria donde un cosmos se genera en una jornada y en miles de años no pasa nada intento aprovechar el instante, aunque a veces creo que es el instante el que se aprovecha de mí. No me preocupa, es más, me hace sonreír. Voy creciendo por momentos y, a cada rato, sintiendo, no dejo de sentir ni de sentirte, y pienso que cuando un día podría ser una vida sin dudarlo yo sería tu día.