domingo, 12 de mayo de 2019

El recuerdo construido

Todos los días muere alguien. Famoso, cercano, importante de alguna manera en nuestras vidas. No queremos perderlo del todo y para eso tenemos el recuerdo. Pero en la vida de todos hay cosas que merecen ser olvidadas. Quédate con lo bueno, se dice como consuelo a los vivos que lloran al muerto. Y con los familiares y amigos normalmente se consigue. ¿Pero qué hacer con las personas famosas, importantes, que tomaron decisiones que disgustaron a muchos? ¿Qué hacer con esas decisiones vitales que después comprobamos que fueron grandes errores? Por convención hemos elegido alabar al muerto. Cuando alguien muere, todas las críticas, e incluso el olvido, se transforman en alabanzas. ¿Nos ayuda o conviene esta actitud? ¿Alabamos por egoísmo, para que hagan con nosotros lo mismo, por miedo quizá? La prueba del algodón en las alabanzas a los muertos siempre es el tiempo. Dejar que los días pasen y comprobar si las alabanzas, aún con el cuerpo caliente, permanecen o ya han desaparecido. Si muchos nos empeñamos en construir un recuerdo hermoso pero falso, pues omitimos los detalles escabrosos, el tiempo hará que ese recuerdo se diluya; a lo mejor el mal uso del recuerdo construido hará que perdure un adjetivo que defina al muerto aún vivo en un recuerdo diminuto, en una sola palabra, en un él era así, siempre alegre, en un recuerdo lleno de engaño que calma nuestro trastorno con la muerte, nuestro miedo a ser el muerto, a no vivir, a no ser ni siquiera recuerdo, falsa alabanza que se pierde por el sumidero de un tanatorio desierto. Pero hemos decidido construir el recuerdo, y si el material elegido no es cierto, el recuerdo construido se descompondrá como el muerto o más rápido. La mecha más corta para que prenda el olvido es la alabanza falaz, ese quedar bien que la mala educación nos ha embutido a todo sin ninguna razón. Ni la verdad verdadera ni la alabanza embustera nos dicen más que el silencio que el tiempo y su transcurso nos da. El recuerdo se crea solo. Si nosotros intervenimos ya no es recuerdo, es solo relato ficticio, es lo que pudo haber sido y no fue, es nuestro recuerdo construido.

sábado, 4 de mayo de 2019

Ver lo que existe en lo que no existe

Hace falta valor, tal vez también filosofía, esto implicaría voluntad de enfrentarse a lo desconocido, fuerza para asumir dudas y despejarlas o mantenerlas, descubrir la historia en el folio en blanco como se descubre la vida con los años. Alguien podrá decir que con imaginación basta, pero creo sinceramente que se equivocará. Ver lo que existe en lo que no existe no es solo imaginar, es también pensar, trascender, traspasar, es estar justo en el momento más inadecuado e inoportuno y sorprenderse con lo que no ve ninguno. Algunos podrán llamarlo locura, pero son los mismos que abogan exclusivamente por la imaginación. Pero para conseguir este milagro son necesarias ciertas confluencias, dosis de paciencia sazonadas con constancia, pensamientos entrelazados de recuerdos, imaginaciones plantadas en la realidad, esa loca abstracción que nos permite fusionarnos con la vida escondida en los recónditos instantes del tiempo. La sonrisa del solitario, la mirada perdida en un horizonte invisible, ese momento de placer generado en una profunda reflexión dominical, el baile espontáneo de una música soñada despierto.