domingo, 30 de septiembre de 2012

Mentiras

El cien por cien de los tópicos oídos, dichos y escuchados por la mayoría: las mujeres conducen peor, los negros huelen mal, los homosexuales son muy o más promiscuos, el pan engorda... Podría continuar hasta la saciedad, pero son expresiones muy manidas, por antonomasia y muchos más, que lo único que tienen de verdad es su tufo a embuste. De todas formas, analizándolas mínimamente, llegamos a descubrir características de quien las pronuncia: las mujeres conducen peor, un machista; los negros huelen mal, un racista; los homosexuales son más promiscuos, un sexista; el pan engorda, un imbécil. El auto engaño es el signo de los tiempos y, cuando eres tonto y quieres relacionarte, usas estas frases o expresiones para compartir tu auto engaño, no vayan a creer los demás que eres un egoísta y te quieres engañar solo. Pero todas estas trolas son del siglo pasado. Vayamos pues con las del siglo veintiuno: España tiene una democracia que sirve de ejemplo a muchos países, la Constitución española es de las mejores de Europa, y cualquier frase o promesa de los gobiernos de los últimos treinta años. España no tiene democracia, aunque la segunda parte de la expresión puede ser cierta, que sirve de ejemplo a muchos países, de mal ejemplo si se copia, pero de buen ejemplo si se hace lo contrario, porque los demás pueden aprender de nuestros errores. Las mentiras de este siglo nos pueden llevar al poder: nos transforman en dirigentes, en jefes, en empresarios, en multimillonarios. ¿Pero a qué precio? En el caso de España, el poder de un partido es la ruina del noventa por ciento del país. Creo que es un daño colateral excesivo. Podría hacerme de la oposición que, nadie sabe por qué, cuando no se gobierna uno se acerca más al pueblo y hasta se tienen soluciones, es como el genio dentro de la lámpara, sigue siendo genio aunque no puede hacer nada. La diferencia es que la oposición cuando llega al poder se transforma en Hyde, en Hulk, en Pinocho de napia erecta, en definitiva, en todo lo que no era, sus promesas se diluyen, la mentira se introduce en sus venas y, la televisión, nos retransmite nuestra dosis diarias de ellas. Nos inoculan la mentira que transmitimos como verdad de conversación en conversación. Llegará el día en que podamos sobrevivir sin agua, sin oxígeno, pero ¿lo podremos hacer sin mentiras?

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