domingo, 3 de mayo de 2015

Musa

La única e inimitable musa, la que sigue viva aunque el mundo arde, siempre, siempre será mi madre. Mi madre me enseñó a prosperar, a disfrutar de la vida, a ser buena persona. La mejor forma de prosperar es cuando el amor se expande, hijo mío. Disfrutar de la vida es vivir el presente, intentar ser feliz y compartirlo cuando se consigue. Y ser buena persona, hijo mío, es lo que más cuesta porque es ponerse en el lugar del otro, es amar sin esperar ser correspondido. Y ser buena persona, mamá, es estar siempre contigo, llevarte en el corazón, ser tu mejor hijo. Toda mi sabiduría eterna empezó siendo materna. La primera flor la planté con ella y, con sus manos, me enseñó a remover la tierra. El arte de la caricia me enseñó con sus mimos, y es lo que mejor aprendí, pues lo aprendí desde niño. Me reveló los secretos de su cocina, me hizo ver que con los mismos ingredientes tratándolos con amor, salía el plato mucho mejor. Me trató con tanto amor que me sigue desbordando y, si estoy triste, sus caricias aparecen de entre las sombras y me arropan. Cuando camino, en cada sonrisa veo su rostro, y si lloro de emoción, como en este mismo momento, las lágrimas portan su tacto y un placer inusitado acude a mí ipso facto. Oigo su voz, oigo sus cantos, siento su vida en todos mis actos. Mi madre me enseñó, no, no, mi madre me sigue enseñando.

No hay comentarios: