martes, 9 de abril de 2024

La protuberancia

Se hinchó de repente y comenzó a hablar. Me sentiré más tranquilo si me acaricias, me dijo. La protuberancia siempre había estado allí, pero yo no le había dado importancia. También es verdad que nunca se había hinchado de esta forma. Y tampoco me había dado conversación. Todo estaba siendo distinto. Con las caricias surgió una pequeña cara en la protuberancia que me resultaba familiar: era la tuya. Puede que sólo fuera un ardid de la protuberancia para que intimáramos con más gusto y, la verdad, creo que sí, que fue un acierto. Hablamos de todo un poco, del día, de la vida, del universo, del cambio enigmático de rumbo del mundo, de la aparición de un amor más profundo, del tacto contacto en medio del acto, de los susurros que oía en mis pensamientos. Íbamos a todos los sitios juntos, el roce era constante, el amor, nuestro mundo, la esencia de cada uno de nuestro movimientos. Un día la protuberancia me escribió un poema que escupió en el momento más álgido de nuestro diálogo nocturno. Ahí sigue, estampado en el techo, haciendo de guía, de bandera, de consigna, recordándome que lo importante es narrar nuestra experiencia en este mundo.

No hay comentarios: