miércoles, 24 de abril de 2024

Mensajes sibilinos

Surgen como setas por el camino. Todo es un misterio, incluso la rutina. Me acostumbro a ver maravillas en el día a día. Me sorprendo y me ruborizo ante los espejos y, a los pocos segundos, siempre me estoy riendo. Ese yo que me observa dialoga conmigo, con el otro que soy, con el ello, con los muchos que soy al cabo de tanto tiempo. Por eso al verme no me reconozco y me sorprendo. Muchos días me despierto creyendo que soy un niño, pero es que soy un niño, solo que el envoltorio ha ido mutando, se ha ido deteriorando, como un regalo que se abre y se vuelve a intentar cerrar con el mismo papel arrugado un millón de veces. Pero volvamos a los sibilinos mensajes. Permanecen ocultos para el inexperto, pero se asoman a las miradas de los revolucionarios del amor. Por eso leo y escribo en las pieles amigas, abrazo como si fuese una película, con intensidad, lanzándome a la aventura de unos segundos eternos en el que dos cuerpos intercambian energía, se recargan de ilusiones, vuelven a la vida, suben al espacio y aterrizan en cualquier esquina. Y los besos, los besos son otra historia porque antes durante y después están llenos de mensajes que proliferan de manera incesante, besos que intentan hablar, que van con música, que llevan arte, que te transportan de aquí a Marte de un lengüetazo, que te susurran una oración inexistente y te hacen santo en un instante. Mensajes sibilinos voy escondiendo por el camino, señalando como si fueran migas un destino incierto pero atrevido. La revolución ha llegado, lo leí en el último mensaje sibilino.

No hay comentarios: